«Debemos tener la libertad que un niño tiene ante su padre», ha reflexionado Francisco. El suceso se ha producido antes del fin de la catequesis, cuando el Papa estaba saludando a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina. En ese momento, el pequeño ha subido hasta el escenario donde se encuentra el Pontífice y ha comenzado a jugar a su alrededor.
«Este niño no puede hablar: es mudo, pero puede comunicarse, puede expresarse. Y tiene una cosa que me hace pensar: es libre, indisciplinadamente libre. Pero es libre», ha bromeado ante las risas de los asistentes.
«Y esto me hace pensar: ¿soy también así de libre ante Dios? -ha proseguido-. Cuando Jesús dice que debemos llegar a ser como niños, nos dice que debemos tener la libertad que un niño tiene ante su padre. Sí, creo que este muchacho ha predicado para todos nosotros, y pedimos la gracia de que pueda hablar».
Finalmente la madre del pequeño ha acudido a recoger al niño y se ha presentado ante el Papa: «Venimos de Argentina», para posteriormente intentar llevarse a su hijo. Sin embargo, el Papa ha pedido a la mujer que dejara al niño a su lado, que ha seguido jugando en el escenario.
Posteriormente, ha subido una niña al estrado y cogidos de la mano, los dos pequeños han rodeado las sillas en las que permanecían sentados y sonrientes el Papa y el Prefecto de la Casa Pontificia. Aunque la niña ha abandonado posteriormente el escenario, el pequeño ha seguido jugando en las escaleras para volver de nuevo al lado del Papa, quien le ha dedicado sus últimas palabras de la Audiencia.
Durante su catequesis de este miércoles, con la que ha concluido la serie dedicada a los Mandamientos, el papa Francisco ha invitado a los cristianos a hacer un «trasplante» de corazón, dejando atrás los «deseos mundanos».
«¿Cómo se realiza este trasplante de corazón, del corazón viejo al corazón nuevo? Por el don de los deseos nuevos, que se siembran en nosotros por la gracia de Dios, sobre todo por los Diez Mandamientos», ha explicado Francisco.
El Papa ha advertido de que buscar la realización propia en los «ídolos de este mundo» provoca «vacío» y «esclaviza». Por el contrario, ha apuntado que el amor de Dios «rescata» a las personas «del engaño de las idolatrías, del deseo de acaparar cosas y dominar a las personas, buscando seguridades terrenales».
Según ha precisado el Pontífice, aquellos que se liberan de «la esclavitud de los deseos mundanos» pueden recomponer su relación con las personas y las cosas siendo «fieles, generosos y auténticos». «Es un nuevo corazón, habitado por el Espíritu Santo», ha apostillado.
De esta forma, la persona podrá tener una vida «agradecida, libre, auténtica, bendecida, adulta, vigilante y amante de la vida, fiel, generosa y sincera», según ha añadido el Santo Padre.
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