La periodista Samanta Villar habla en Mallorca sobre temas de actualidad y sus futuros proyectos. | Pilar Pellicer

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Samanta Villar (Barcelona, 1975) estuvo este lunes en Mallorca participando en unas jornadas de comunicación organizadas en el Parc Bit de Inca por los Premis Somriu. La reportera compartió mesa con sus colegas Quique Morales, Roberto Leal y José Yélamo.

En la facultad nos enseñaron que el periodista no debe ser nunca noticia. No es su caso.
—Nosotros decidimos romper esa regla. Realizamos entretenimiento con historias de la realidad. Y cuando comenzamos con el formato 21 días nos dimos cuenta de que era muy potente tener la figura de una mujer en contextos drásticamente diferentes a los de su vida cotidiana y que como persona y profesional pudiera explicar esa realidad. La aceptación del público fue muy buena y nos dieron el Ondas, el Antena de Oro... Entiendo la regla de que el periodista no es noticia para determinados informativos clásicos donde el periodista debe mantener una distancia, pero en el entretenimiento las reglas son otras.

¿Se arrepiente de algún programa que hizo?
—No.

¿Ni de haber conducido un coche con ‘Farruquito' e irse de marcha con el?
—Sin duda que podría haber hecho mejor algunos trabajos y he aprendido de mis errores. Y desde luego que haría algunos programas de otra manera. Por ejemplo, aprendí con el programa de los porros que en televisión no se puede hablar de las drogas en libertad, porque se tendría que incluir a la persona que consume drogas de forma responsable con un uso esporádico. Ese perfil no puede salir en televisión porque hay miedo de que a la cadena le puedan acusar de hacer apología de las drogas. Así que decidí no hablar nunca más de drogas en mis programas.

¿Recuerda algún momento especialmente gratificante?
—Sí, claro. Un reportaje sobre menores transexuales propició la creación en España de la primera asociación de familiares de este segmento de la sociedad. También recuerdo el programa de 21 días en la mina, que cambió la vida de su protagonista, Marlene.

¿Y el más duro?
—Los peores han sido en los que he tenido que tratar con personas con mucho dinero, por su prepotencia. Tenía que tener mucho temple porque pensaban que estaba a su servicio, ya que casi todo el mundo lo está. Me siento mucho más cómoda con la gente de barrio, aunque su personalidad sea difícil e incluso grosera.

¿Sucede que los programas de más audiencia no sean sus preferidos a nivel profesional?
—Acepto lo que prefiere el espectador y entiendo que los temas más pasionales son los que más conectan y no coinciden con mis favoritos, pero todos son hijos míos.

¿Usted se dio cuenta de que este país no está bien cuando se armó tal polémica con su frase ‘Tener hijos quita calidad de vida'?
—Sí, hubo muchas reacciones furibundas, pero no me afectó porque era un asunto clarísimo. Cuando me he sentado a discutir sobre ello con una detractora, ha acabado convirtiéndose en una adepta. Lo que ocurre es que la maternidad da una identidad con prestigio a muchas mujeres y les estoy rompiendo algo muy valioso para ellas.

¿Tendría más hijos?
—Por una parte sí, un montón, pero ya tengo 43 años y me da cosa que mis hijos tuvieran una madre tan mayor. Y ya tuve los míos con 40.

Su programa actual es ‘La vida con Samanta', donde recibe a gente en su casa, pero eso ya lo hace Bertín Osborne.
—(Risas). Sí, él también está conciliando.

¿Ha hecho ya las paces con Miguel Bosé?
—No.

¿Qué ocurrió?
—No fue por un mal día, tuvo varios malos días y él es así. Es una vida que no me da ninguna envidia. Lo tiene que haber pasado mal para tener esa agresividad, pero no sólo conmigo, sino con muchos compañeros.

Usted es catalana. ¿Cómo ve la situación actual?
—Todo se ha desquiciado de manera desproporcionada. El problema no creo que se solucione en mi generación, sino que harán falta varias, y ya veremos cómo acaba todo. Ha sido un desastre por todas las partes.

¿Cuál es su relación con las redes sociales ?
—Me borré de Facebook hace muchos años porque me aburría. Sí soy activa en otras, como Twitter o Instagram, que me gusta mucho porque me divierte.

¿Ha leído el libro de David Jiménez?
—No, leí el extracto en El Confidencial y lo pediré para Sant Jordi.

¿Está tan mal el periodismo?
—Lo más grave es la pérdida del prestigio. Cuando pierdes la herramienta de la credibilidad, de la confianza, entonces es un desastre para todos.

¿Se ve siempre en la calle o cambiará a un despacho?
—Yo me veo en cualquier lugar, pero atendiendo a mi evolución tendría que seguir haciendo pantalla porque tengo ahí un valor añadido. Para ello habría que cambiar el ritmo del reporterismo porque los años pasan y hay que encontrar un equilibrio.

¿Le han dicho alguna vez que se parece a la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría?
—Ja,ja. Sí, muchas veces. Incluso me cortaba el pelo y coincidía que ella también.

¿De quién le gustaría hacer un ‘21 días'?
—De la Casa Real. Incluso 21 horas ya sería la leche.