Álvaro Salazar, con la chaquetilla que le hace acreedor de una estrella Michelin.

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Álvaro Salazar (Linares, Jaén, 1985) fue el gran protagonista de la cocina mallorquina al lograr Voro, ubicado en el Hotel Park Hyatt de Canyamel, una estrella Michelin a los siete meses de vida. Su anterior proyecto gastronómico, Argos, en el Hotel La Goleta del Port de Pollença, ya había logrado ser reconocido desde 2016 por la prestigiosa guía. El miércoles por la noche se dieron a conocer estos galardones donde el restaurante cántabro El Cenador de Amós, situado en Villaverde de Pontones, se unió al selecto grupo de los tres estrellas Michelin.

La organización le invitó a Sevilla. ¿Ya sabía que iba a recibir una estrella?
— No, la Guía Michelin invita cada año a mucha gente, entre ella a muchos cocineros y no todos son galardonados.

Pero algo presagiaba.
— Bueno, estaba el trabajo hecho estos siete meses en Voro desde que empezamos en marzo; tenía, además, la trayectoria y la estrella por Argos y cuando vi que estaba sentado en la zona de cocineros bastante importantes ya me lo creí un poco más.

Pero no del todo.
— No, al 80 o 90 por ciento. No quería lanzar las campanas al vuelo por si luego llegaba la decepción, pero no fue así. Hasta que no vi el nombre del restaurante en la pantalla no lo vi claro.

¿En quién pensó en ese momento?
— En nadie porque pienso mucho cada día en la gente que me rodea y me importa. Tuve la suerte de que tanto mi familia como mi equipo pudieron entrar en el Teatro Lope de Vega y estuvimos juntos.

¿Hubo mucha celebración?
— No, estuvimos con mucha gente y nos divertimos un rato después de cenar, pero de forma muy controlada.

En una entrevista a este periódico poco antes de abrir Voro decía que le preocupaba que el proyecto funcionara, no recuperar la estrella.
— Sí, me acuerdo. Y se han cumplido las dos cosas por suerte. Ha sido bestial.

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¿Qué estrella valora más?
— Ésta me ha hecho mucha ilusión, pero la primera siempre es la primera y fue muy especial. La de Argos se logró siendo yo también el pastelero porque ni teníamos. Los dos caminos han sido difíciles, pero ahora el equipo está muy fuerte y vemos las posibilidades de crecer que tenemos.

¿Qué va a cambiar en el restaurante tras este galardón tan importante?
— No va a cambiar mucho. Nuestra cocina ya es de por sí arriesgada y al hacer el cambio lo que quisimos primero fue llegar y asentarnos. Este año vamos a avanzar de una forma más rotunda y vamos a crecer bastante.

¿Seguirá el concepto de dos menús?
— Sí, el largo será más largo aún y el corto tendrá una estructura similar, pero tampoco lo puedo asegurar al cien por cien.

¿Le hizo especial ilusión alguna de las felicitaciones que recibió?
— La verdad es que fueron muchísimas, al igual que lo que me ocurrió en 2016. Me acuerdo de Paco Morales (del restaurante cordobés Noor), que consiguió su segunda estrella. Es un buen amigo y tiene ahora con él a uno de nuestro equipo.

Si le hablo de segunda estrella ¿se enfada?
— No, se trata de luchar. Podemos llegar muy lejos porque tenemos un equipo espectacular y confiamos mucho en lo que hacemos.

¿Se sentía presionado por la empresa del hotel para que Voro tuviera la estrella?
— No, la presión se la pone uno. Lo que he sentido en todo momento ha sido un gran apoyo y no creo que la empresa se hubiera decepcionado si la Guía Michelin no hubiera distinguido al restaurante con la estrella.

¿Ha pensado mucho en estos últimos meses en la estrella?
— Podría quedar bien y decir que no, pero no sería verdad. Sí, he pensado bastante en ella, pero sin exteriorizarlo. El equipo sí que llevaba tiempo hablando de ello, pero yo prefería mantenerme al margen de esas conversaciones.