Maruja y Martín, personas sensatas donde las haya, a causa del estado de alarma que estamos viviendo por el coronavirus, están confinados en su domicilio. | P. Pellicer

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Maruja García Nicolau y Martí Mora, como todo el mundo –y más ellos siendo personas de riesgo– están confinados por la pandemia del coronavirus en su domicilio. Llevan ya casados 56 años, tienen cinco hijos –de ellos, una hija–, y seis nietos.

Maruja, como recordaréis, hace seis años –era 23 de enero– tuvo un ictus que le paralizó toda la parte izquierda de su cuerpo, de lo que, con el paso de los años, ha ido recuperándose hasta el punto de que hoy, en casa, camina sola. «Eso sí –apunta Martí– con alguien a su lado. También podría caminar por la calle, pero como sus pasos son lentos y el piso no es firme, mejor va en silla de ruedas».

Para ambos, estar confinados no es problema. «Yo ya lo estuve, a causa del ictus, 339 días. Estuve ese tiempo en el hospital, sin poder salir, entre cuatro paredes, viendo la misma gente a diario y… Pues que si a lo malo te acostumbras, a esto, que también es malo, también te acostumbras. Aunque yo tengo una ventaja, que viendo cómo estaba hace seis años y viendo cómo estoy ahora, he de estar contenta y feliz. Por supuesto, lamentando, tanto él –señala a Martí–, como yo, y creo que todo el mundo, tantas muertes en tan poco tiempo y tanta gente infectada. Por eso, lo mejor es quedarnos en casa, que si te lo montas bien, hasta te entretienes».

Martí asiente a lo que dice Maruja. «Sí, siempre estuvimos muy unidos, pero a raíz del ictus de Maruja lo estamos más, y ahora, mucho más. A veces los problemas, como los que estamos padeciendo ahora todos por esta pandemia, fortalecen a las personas. Sí, porque yo creo que de todo esto vamos a salir más fuertes, concibiendo la vida de otra manera, dando importancia a cosas que antes no la tenían para nosotros».

Prioridades que ya no lo son

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En esto está también de acuerdo Maruja. «Ahora, a raíz del ictus, y de cómo me estoy recuperando, muchas prioridades han dejado de serlo. Por otra parte, aquella monotonía que suele aparecer en los matrimonios de largo recorrido, desde el ictus a hoy, ha desaparecido, y su lugar lo ha ocupado la ilusión de estar juntos, de contarnos cosas, de compartir sueños… Porque aun los seguimos teniendo. Y si encima ahora nos ha venido esta pandemia, más todavía, pues más tiempo estamos juntos en casa».

«Aunque tenemos momentos para nosotros, que nos respetamos –interviene Martí–, compartimos casi todo el tiempo, ¡que sé yo!, hablando de los hijos y de los nietos, de los viejos tiempos, recordando historias, anécdotas, riéndonos… ¿Sabes cómo me declaré a Maruja? –dice, sin darnos tiempo a responder–. Somos muy devotos, ¿sabes? Y… Pues que la gente no daba mucho tiempo por nuestra relación. ¡Qué va! La miss Europa y el portero del Mallorca no van a durar ni año y medio, decían, seguramente porque nos veían muy distintos el uno del otro, y… Pues que aquella tarde de viernes, primero de mes, le propuse a Maruja ir a misa, a Santa Teresita, que es donde vamos siempre, «y cuando termine la misa –le dije–, te haré una pregunta». Y se la hice a la salida de la iglesia: ¿Te quieres casar conmigo…? Y ella, mirándome y echándose a reír, me contestó: Incluso sin haber ido a misa, te hubiera dicho que sí, que me quiero casar contigo, y… Pues qué cosas como esta hemos recordado en estos días que llevamos en casa».

Hace unos años, a poco de haber vuelto a casa tras el confinamiento en los hospitales, le pusimos sobre la mesita de noche un zapato suyo, de tacón alto, que tanto gustaba calzar. «Míralo cada día –le propusimos que hiciera– a la vez que le digas: pronto te utilizaré».

De aquel día han transcurrido algunos años. «Pues sí, no solo me acuerdo, sino que de vez en cuando lo miro y se lo digo. Aun no ha llegado el momento de ponérmelo, pero está cada vez más cerca. Es solo cuestión de tener fe… Y de esta no nos falta a ninguno de los dos».

Maruja y Martí piden a la gente que también tenga fe en que lo que estamos padeciendo ahora, terminará. «Saldremos de esta, será difícil y tal vez nos tengamos que enfrentar a problemas de trabajo que repercutirán en la nuestras economías. Pero saldremos. Aunque para ello, quedémonos en casa. Hablemos entre nosotros. Recordemos viejos tiempos y miremos al futuro con la esperanza de que tras esta prueba a la que Dios nos está sometiendo sobreviviremos… aunque muchas cosas van a ser distintas a partir de ahí. Pero seguro también que los valores humanos y los sentimientos salen reforzado».

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