Vivimos en el imperio de las pantallas. Es una realidad que ya vivíamos y que se ha agudizado estas semanas con el confinamiento. Antes de entrar en estado de alarma, más de uno hacía críticas, más o menos constructivas, sobre la vida dentro de las multipantallas. Ordenador, televisión, tableta, teléfono inteligente... Si algo ha demostrado su potencial en esta situación de alarma es la tecnología. Nos servimos de ella para comprar, entretenernos o conectarnos con los seres queridos. Y ahora hacemos lo mismo, pero multiplicado.
El algodón no engaña. El consumo de cultura on line crece de forma exponencial. Este nuevo hábito, fruto de la crisis de salud que nos azota, puede apuntar a un cambio en la forma de consumir cultura en adelante.
Según Ignacio Bergillos, doctor en Comunicación Audiovisual y Publicidad, «sabremos si se produce un cambio en la conducta cuando pase el confinamiento. Pero es probable que en muchos hogares haya habido una reflexión serena sobre cómo debemos relacionamos con las pantallas en el futuro». Hasta ahora, el debate se centraba en el tiempo que dedicábamos a ellas. Quizá ahora avancemos hacia un debate que se centre en qué hacemos con ese tiempo de pantalla y a qué contenidos atendemos. Y la cultura habrá ayudado con ello.
Los suscriptores de plataformas televisivas como Netflix, HBO o Disney+ son como el milagro de los panes y los peces. Se multiplican. Aunque la pregunta que debe rondar por los comités ejecutivos de esas grandes multinacionales, es «¿qué pasará con todos esos nuevos suscriptores una vez acabe el aislamiento?». «Netflix ha registrado un crecimiento mayor del esperado en el primer trimestre del año y Disney+ también ha superado sus expectativas, pero no deben estar felices; los suscriptores no son el único indicador a tener en cuenta. Son conglomerados que sufren una gran crisis en otras divisiones», comenta Bergillos.
Videojuegos
Los videojuegos no son solo una herramienta de entretenimiento. Han evolucionado de tal manera que uno puede practicar deporte o aprender. Esta nueva práctica ha creado una percepción positiva ante los videojuegos.
«La percepción del medio ha mejorado, pero en gran parte es una cuestión de costumbre. La gente adulta que ha crecido jugando lo ve normal y mucha gente que hace diez o veinte años recelaba del medio ha convivido lo suficiente con él como para darse cuenta de que hay productos buenos y malos, como en cualquier otro medio», explica Víctor Navarro, doctor en Comunicación, especializado en Game Studies.
Dada la situación de encierro, es muy probable que a más de uno se le haya despertado el espíritu gamer. Navarro comenta que mucha gente puede interesarse en el juego, como pasatiempos, y quizá, de ahí, interesarse por otras formas de jugar. No hay un único modelo de gamer o de jugar. Hay juegos de corte más narrativo, de construcción, en compañía, de puzzles...
Los confinados se refugian en el deporte, la cocina o el teletrabajo y otros muchos en los videojuegos. «Son un refugio, como lo son a veces la literatura o el cine, pero también como lo son hobbies como la jardinería o el punto de cruz, y además nos dan espacios virtuales, lo que es una especie de pseudoturismo. Pero no son sólo un refugio. También nos sirven para pensar sobre el mundo real».
Los videojuegos han dejado de jugarse mayoritariamente de forma individual para hacerlo en comunidad con distintas personas. Uno puede estar en el sofá de su casa mientras juega y se comunica con un canadiense. Con el encierro esto puede ser estimulante, ya que crea interacción social. A lo que Navarro explica que los videojuegos forman parte de un ecosistema mediático mayor que ha cambiado por completo nuestra forma de socializar, y que está dominado por las redes sociales o canales de mensajería como Whatsapp.
Cine
No sé ustedes, pero con esto del confinamiento yo ya me he visto toda la filmografía de Kurosawa. Y eso que no era mucho de cine. «Supongo que el confinamiento permite encontrar tiempo para hacer cosas: desde ordenar el trastero a revisar los clásicos de cine. Desde el punto de vista de las industrias culturales, si ha servido para descubrir contenidos a nuevos públicos, bienvenido sea», explica Bergillos.
Dada la avalancha de productos audiovisuales, las plataformas se ven ‘obligadas' a generar contenidos de calidad. Ya que si no te gusta la película, es tan fácil como darle al botón de exit y cambiar de género. «El confinamiento está dejando claro por qué compiten las industrias culturales: nuestra atención». Tenemos cine e historia; cine y política; cine y ciencia ficción ¿cine y coronavirus? «Contagio y Virus son de las películas más vistas en VOD estos días y ayer se anunciaba la primera película sobre la COVID-19. Supongo que alguna peli habrá, pero no sé si el público estará interesado en ella cuando esto pase», comenta Ignacio.
Iván Bort, doctor Europeo en Ciencias de la Comunicación, comenta: «Es que esto del ‘Cine y...' es algo de lo que no se puede escapar. Como profesor de cine es algo que me espanta, porque parece que el cine no se vale por sí mismo. Es como aquello que se suele insinuar de que una película basada en hechos reales es mejor solo por eso. Pero no puede negarse que el cine es un espejo de la vida, a veces fiel y a veces deformado. Ya existen excelentes distopías postapocalípticas y cine sobre virus y pandemias, pero qué duda cabe que nos llegarán películas basadas en esta situación. No obstante, lo que me resultará más sugestivo no será ese ejercicio de adaptación o de traducción de los hechos a películas o series, sino cómo afectará todo esto a las formas de narrar, a las cuestiones estéticas y a las insistencias traumáticas de todo aquello que crearemos a partir de ahora», añade.
«Consumimos más cine que lectura. Un texto plano sin ilustraciones nos genera menos interés que una película». Ante esta afirmación, Bort explica que «a todos se nos enseña desde bien pequeños a leer y a escribir, pero no a mirar. Debemos aprender a enfrentarnos a las imágenes como textos que son, como tejidos codificados que invitan a nuestra intervención crítica y no solo a un consumo indolente porque creamos que ver una película nos exige menos que leer un libro. Más que el interés por lo escrito o lo ilustrado, se trata del compromiso de atención que adquirimos con la obra», analiza el doctor.
Televisión
La televisión es otro de los grandes recursos que nosotros, los confinados, empleamos para distraernos. Esto ha provocado un aumento significativo de la audiencia, pero ¿es pan para hoy y hambre para mañana?
«Deberíamos matizar qué entendemos por televisión. La televisión lineal, a la que se daba por muerta con la llegada de las plataformas, se está reivindicando a través de sus noticiarios, su información actualizada y la conexión con las comunicaciones oficiales sobre la actualidad de la pandemia. En ese sentido, el servicio público que cumple –o debe cumplir– es indiscutible. Muchas cadenas hacen esfuerzos por mantener la programación. Saben que se les ha abierto una ventana de oportunidad para la ‘reconexión' con audiencias que estaban perdidas o despistadas», concluye Ignacio Bergillos.
Control parental en el entretenimiento
La situación de confinamiento para afrontar la crisis de la COVID-19 tiene efectos desde muchos prismas. Uno de ellos es la cantidad de horas que estamos pasando ante las pantallas –televisión, móvil, ordenador, tableta–. Gema Torrens, psicóloga y profesora asociada de la UIB, explica que el encierro al que las personas nos hemos sometido desde el pasado 14 de marzo tiene muchas consecuencias perjudiciales para nuestra salud física y psicológica; entre las más destacables, sedentarismo, insomnio, déficit atencional y adicción a las pantallas, todas ellas relacionadas entre sí.
Basándose en lo que la Organización Mundial de la Salud publicada en 2019, Gema Torrens explica que: «Los niños menores de dos años no deben ver la televisión ni jugar con pantallas; entre los dos y los cinco años se recomienda que usen esos dispositivos como mucho una hora al día. Ciertamente, estamos muy alejados de estas recomendaciones. A partir de los 5 años, estos datos empeoran considerablemente». Tal y como comenta la experta, en estos días no podemos obviar la enorme ventaja que representa la tecnología para sobrellevar la cuarentena, la cual ha aumentado aún más si cabe el porcentaje de tiempo que diariamente dedicamos a las pantallas y éstas han tomado el control. «Las clases de los más mayores se realizan on line, muchos mayores teletrabajamos, nos permiten estar en contacto con nuestros seres queridos a través de las redes sociales, acudimos a servicios de straming para ver películas y series on line e, incluso, para leer libros electrónicos, y lo cierto es que son una gran ayuda para pasar estos días», comenta Torrens.
Las pantallas llegaron para quedarse y ahora, con muchas horas todavía de encierro, nos aferramos a ellas con más empeño para trabajar, entretenernos, comunicarnos, informarnos...
Según la psicóloga, esta dependencia entraña un riesgo: el de convertirse en una adicción, aumentando el sedentarismo, el déficit atencional, el riesgo de sobrepeso y el insomnio.
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