Hubo un tiempo en que el puerto era el motor económico de Sóller, en que esta localidad rodeada de montañas estaba mejor conectada con el sur de Francia que con Palma. En que los grandes pailebotes partían cargados de naranjas y emigrantes en dirección a Marsella y Barcelona. En que la pesca era el sustento de numerosas familias, y el contrabando una forma de supervivencia. En que la demanda de langosta de los primeros turistas obligó a los pescadores a ingeniárselas para pescar un producto que nunca habían trabajado, para lo cual tuvieron que adaptar una máquina de moler cacao de la fábrica de chocolate local para poder lanzar las redes en lugares más profundos. En que la Guardia Civil tenía que hacer la vista gorda con el contrabando de harina en la época del año en la que los niños del pueblo celebraban la Primera Comunión porque, de lo contrario, no se podrían elaborar las ostias suficientes. El boom turístico, el túnel y la globalización acabaron hace tiempo con esa Sóller y con ese puerto, pero el Museu de la Mar de Sóller se propone conservar y transmitir su memoria.
Tradición Marinera
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