¿Echa de menos Mallorca viviendo en Madrid desde hace tantos años?
– Sí, claro. Me fui para estudiar Periodismo pero también para divertirme en invierno porque en aquella época Palma era una ciudad muy aburrida. Mis amigos que vivían fuera de la Isla tenían otra vida más allá del verano, y para mi el invierno era horrible. Se puede decir que me fui por amor a la juerga. Eran otros tiempos, pero respondiendo a su pregunta le diré que creo que no hay mallorquín que viva fuera que no eche de menos este paraíso.
¿Cómo ha pasado de querer ser periodista a convertirse en una reputada diseñadora de joyas?
– Pienso que todo está por hacer y que hay que mejorar muchísimo todavía. No me siento una reputada creadora y quizás es un defecto gordo el no creérmelo, aunque sé que me ayuda a crecer y es un estímulo constante que sin embargo, al menos a mí, no me permite nunca estar del todo contenta. Estoy muy agradecida por el reconocimiento que me hacen mis clientas, y a los medios cuando publican mis trabajos en revistas de moda y estilo.
¿Cómo consiguió que doña Letizia, que tiene el mejor joyero de España, luciera sus pendientes?
– Fue un año en el que todo fue maravilloso, no como ahora que todo cuesta una barbaridad. Ella se los puso por primera vez en 2015, cuando yo empezaba con las tiendas, pero antes ya había salido Isabel Preysler luciendo mis diseños, y también por una elección totalmente personal. Cuando llegó la reina fue por casualidad. De repente la vi con mis pendientes en una recepción en el Palau de l'Almudaina y no me lo podía creer. Los milagros existen.
Lo notaría en el aumento de ventas…
– El antes y el después lo marcó Isabel Preysler. Un día le dije que se los pusiera para una cena con amigas y así me hacía publicidad en su círculo, y ella me dijo que no, que se los iba a poner el día que le hicieran fotos para que todo el mundo los viera. Pensé que era un cumplido por agradar y nada más, y de repente la veo en portada de ¡Hola!. Me compré 50 ejemplares porque pensé que era una cosa que en la vida volvería a pasarme. Esos gestos tienen una importancia enorme en nuestro negocio, y si surgen de manera espontánea, mejor. Isabel es muy generosa siempre, con todos.
Menudas dos embajadoras…
– No puedo estar más agradecida a ambas porque ha sido siempre de manera desinteresada. A Isabel la conocía de cuando la época mía de periodista, pero nunca imaginé que me haría este súper favor, no teníamos la amistad que hoy tenemos. Es una mujer que vive de su imagen, es su trabajo y no es fácil. Las marcas de las que es imagen podrían haber protestado pero no, pudo su generosidad y su gusto. Es una de las señoras más educadas que he conocido en mi vida. Se contiene, nunca tiene un mal gesto y solo regala a los demás momentos agradables. Para mí es maravillosa, como mujer y como amiga.
¿Se siente respaldada en la Isla?
– Creo que sí. Con la tienda de la calle Colom he recuperado a muchas amistades que no veía desde hace años, algunas desde la infancia, y ahora son clientas habituales y hemos retomado la amistad. Mi familia es conocida por Gordiola, por nuestro trabajo artesanal con el cristal, así que no he tenido mala entrada. Soy de aquí.
¿Qué significa Gordiola en su vida?
– Es mi origen, son mis padres y es mi todo. Mis colecciones vienen muy determinadas por el color del vidrio. Probablemente elijo piedras que me recuerdan al vidrio que trabajamos nosotros, que al final es un color tenue, sutil, nada chillón. Cuando creo algo, siempre me fijo en mí, en que me tiene que gustar a mí. Sería incapaz de hacer una cosa que no me pudiera poner. Quiero agradar, hacer cosas que favorezcan a la mujer. El arte de la joyería, para mí al menos, esta destinado a embellecer a la persona.
Usted no solo tiene que cautivar a la persona que lleva la pieza, también a quien lo compra para regalar...
– Es lo más bonito. Al final estás haciendo algo que sabes que va a alegrar a alguien. Hay mucho compartido en este mundo, niñas que les quitan las joyas a sus madres, y al revés. Ahora son más modernas las abuelas que las jovencitas.
¿Le robaba las joyas a su madre?
– Mi madre solo tenía joyas buenísimas. Cuando empecé le pedía opinión y siempre me contestaba que para mí, sí, pero no para ella, que a ella solo le gustaba lo bueno. Después se hizo fan total y dejó de llevar sus joyas porque decía que le alegraba más. Mis piezas están llenas de color, favorecen más que las joyas clásicas que hoy ya solo se usan para ocasiones muy especiales. Con una buena pieza no solo cambias un look, cambias tu también.
¿Una joya bonita cambia la vida?
– Absolutamente. Ahora mismo, con la pandemia, estamos todos tan tristes que es el momento de alegrarnos el rostro utilizando pendientes que nos den luz. Si haces una reunión por zoom ponte algo bonito, píntate los labios y sonríe. Yo siempre me he arreglado para mí, incluso para ir cómoda en casa.
¿Cómo se imagina la postpandemia?¿Ha creado algo especial para cuando llegue el momento?
– Tendremos más ganas de vivir que nunca. Me inspiran las circunstancias que vivo en cada momento y más desde que empezaron los confinamientos. En el primero creé la serie de las algas y las rosas para cuando pudiéramos salir a la calle. Noté que durante el encierro la naturaleza se había desbordado empoderándose de los espacios con rapidez y quise hacer una mini colección para hablar de ello. Después, en septiembre, sacamos la colección mística inspirada en la fe y la esperanza. La próxima es la llave del futuro.
¿Cuál es su joya icónica, la que va a sobrevivirla?
– Creo que es un concepto, el de las joyas intercambiables. Tu mismo puedes crear tu propia joya en función de lo que necesites, y hacerlo desde una web.
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