Silvia, que, según nos dice, ha empeorado, se queja de que carece de medios de transporte para ir a rehabilitación. | Click

TW
10

Os cuento la historia de dos mujeres, Silvia Luna y Marytha Esser, ambas con problemas físicos graves que requieren un seguimiento médico puntual, que en el caso de esta, que tiene cáncer de mama, se retrasa, según dice, por la prioridad que se está dando a los contagiados por COVID-19. Lo de Silvia es otra historia

«...y no me han llamado»

«Si al principio las revisiones se hacían dentro del plazo convenido –dice Marytha–, desde la aparición de la pandemia en adelante, la prioridad sanitaria es para los afectados por COVID-19, quedándonos los demás en la cola. A mí… ¡Es que ya ni me acuerdo de la última vez! El pasado mes de agosto fui a Son Llàtzer, me miraron y me preguntaron cómo me encontraba. Les dije que mal, que había adelgazado mucho porque se me habían quitado las ganas de comer. Había adelgazado tanto –especifica–, que había pasado a la talla más pequeña de todas… ¡Si hasta se me ha ido el pequeño michelín que tenía a la altura del ombligo!    –Marytha, a la que notamos muy alterada, trata de sosegarse–. En esa visita me dicen que me haga una mamografía, dándome fecha para noviembre. Pero llega noviembre y no me llaman. Ni tampoco en diciembre. Ni en lo que llevamos de enero. Por eso voy a pedir otra cita para que me expliquen qué pasa... Porque yo me siento mal, con pocas fuerzas, por lo cual he tenido que reducir el trabajo semanal a 20 horas. Sí, solo trabajo, duermo y apenas como, y… ¿Por qué no me llaman…? Pienso que quien manda ahora es la COVID-19, por lo cual, las demás enfermedades pueden esperar… También me he vacunado sin que nadie me haya dicho que me vacune, ni que nadie me haya aconsejado si es bueno vacunarme estando en mi estado… Me he vacunado porque durante todo el día nos están diciendo, y repitiendo, que nos tenemos que vacunar, pero nada más… No sé –ahora un poco más tranquila, con la mirada perdida, como si pensara en voz alta, continua– pero me da la impresión de que si estás enfermo, pero si no es de COVID-19, no interesas… Pienso que es como si sobráramos. Y más con lo costosos que son ciertos tratamientos. Porque si no, que me lo expliquen… Porque hasta hora, ni coordinación en cuanto a revisiones, ni explicaciones sobre si es conveniente que un enfermo de cáncer se vacune, y si lo es, qué vacuna es la mejor… Nada. Ni tampoco llaman para revisiones, ni para hacerte las mamografías que te dicen que te van a hacer… Así que me voy a acercar a mi PAC para preguntar».

Marytha, enferma de cáncer, cree que si no le hacen revisiones desde junio es porque la COVID-19 tiene preferencia.

Vaya a Son Llàtzer

El martes, 18 de enero, Marytha    fue a su PAC, mostró al médico que la atendió el papel donde en el mes de junio de 2021 se le comunica que será avisada para ecografía y mamografía en el plazo de un mes, y pregunta que a qué se debía tanta demora. El doctor le dice que tiene que ir al Hospital Son Llàtzer, para que la vea el oncólogo. Insiste en lo de que en Son Llàtzer, en junio, le comunicaron que en menos de un mes sería avisada para hacerle una ecografía y mamografía, recordándole, además, «que estamos en enero, y aún no me han avisado». El doctor insiste en que en el PAC no pueden hacer nada. Marytha abandona el establecimiento llorando. «¿Qué puedo hacer, si encima, cada día que pasa, me encuentro peor…? ¿Por qué no me atienden…? Eso me hace sospechar que si no somos COVID-19 no importamos, lo cual es una injusticia… Porque yo estoy mal, cada vez peor…».

Dos frentes abiertos

Silvia Luna es cantante, a quien la leucemia truncó su carrera… Que no abandonó, pues cuando tiene oportunidad sale al escenario, lo cual en los últimos tiempos no es fácil debido a las medidas sanitarias que por la COVID-19 se han tenido que tomar. A día de hoy está en una silla de ruedas de por vida. Como pudo, trató de superar ese trance. Pero, con el paso del tiempo, ha ido a peor. Aparte de que no puede caminar, hora el dolor se le ha extendido al brazo y a la espalda, lo cual ha repercutido en todo su cuerpo, impidiendo que pueda desenvolverse como antes, «ya que para hacer muchas cosas me tienen que ayudar, casi como al principio, por lo cual mi dependencia de otras personas, y sobre todo de mis padres, es total», asegura.

Sin embargo, y pese a su estado, «no me quieren dar el grado tres de dependencia. Me dicen que con lo que tengo, el dos, que me dieron cuando me podía desenvolver mucho mejor que ahora, y que fue tras pasar un tiempo sin recibir ningún ingreso, es suficiente. Sin embargo, veo que otras personas que se valen mejor que yo, tienen el grado tres. Y porque creo que es justo que me lo den, es por lo que sigo luchando. Pero no hay manera, ya que ellos insisten en que el que me corresponde es el dos, que fue, repito, el que me concedieron cuando mi movilidad era muy      superior a la que tengo hoy».

«¿Qué hago...?»

Aparte de este frente, Silvia tiene abierto otro. Como su estado de salud a causa de su lesión medular ha empeorado, tiene que ir a rehabilitación, para lo cual necesita una ambulancia que la vaya a buscar a casa, la lleve al centro para la rehabilitación y la devuelva a casa. Estamos hablando de un servicio imprescindible para ella, pero que no existe. «La ambulancia solo viene a buscarte para las visitas –nos dice–, por lo cual, si he de ir a rehabilitación, me las tengo que apañar yo. Pero como no puedo, porque físicamente y anímicamente estoy muy mal, cada vez peor, muchos días me ha tenido que acompañar mi padre, lo que significa que para eso dependo de él. Es decir, que si tengo que ir a rehabilitación los días que me corresponde, he de depender de él. ¡Pero es que mi padre trabaja, y si me acompaña, deja de trabajar, por lo cual está perdiendo trabajos! Me parece muy bien que haya servicio de ambulancia para ir a las consultas, pero ¿por qué no lo hay para ir a rehabilitación? ¿Qué hago…? ¿Qué hacen otras personas que están cómo yo…? Porque necesito rehabilitarme –insiste–, basta, si no, ver cómo me estoy quedando de mal… ¿Qué tengo que hacer…? ¿Hacer que mi padre me lleve cada vez, con lo cual conseguiré que se quede sin trabajo? Que alguien me diga qué puedo hacer…». Pensamos que es la Conselleria quien debería responder. Porque, suponemos, como el de Silvia deben de haber otros casos similares.

Componiendo canciones

Encima, por la pandemia, pero sobre todo por el retroceso físico y anímico que está notando, no trabaja como antes, por lo cual sus ingresos son más bien poquísimos. Mientras tanto, sigue esperando a que lleguen tiempos mejores. ¿Cómo? «Componiendo canciones, como la de Payaso, que compuse con Sebastián Heredia –dice–, que ahora suena en Youtube y en Facebook, y que estamos intentando que suene también en las plataformas digitales. También estoy haciendo canciones con Edu Moras». En la despedida, Silvia Luna, tras agradecer públicamente «al personal de Sant Joan de Déu por lo bien que nos están tratando a las personas que padecen lo mismo que yo», nos hace una recomendación: «Que recordemos que falta médula y sangre, por lo cual los bancos de ambas se están vaciando. Son tiempos duros estos de la pandemia, pero no olvidemos esa necesidad, ya que si donas sangre y médula ósea estás regalando vida, o salvando la vida de alguien que la está perdiendo».