«Esta enfermedad es la principal causa de trasplante hepático en Estados Unidos, mientras que en España es la segunda causa y subiendo. Además, es una de las causas más frecuentes de cáncer de hígado, incluso en pacientes que no tienen cirrosis», asegura Rocío Aller de la Fuente, directora científica del Instituto de Endocrinología y Nutrición de Valladolid (IENVA) y miembro de la AEEH. La cirrosis hepática es el principal factor de riesgo para desarrollar carcinoma hepatocelular (el tipo de cáncer de hígado más frecuente).
Alimentación, sedentarismo y edad
Los factores asociados al NAFLD están relacionados con el consumo de alcohol y factores genéticos y ambientales como la edad, sexo, hábitos dietéticos y estado nutricional. «La NAFLD es más frecuente en personas con obesidad, diabetes tipo 2 (DM2), síndrome metabólico, hipertensión, dislipemia y obesidad central...», enumera Aller. Pero, fundamentalmente, está determinada por el estilo de vida actual, caracterizado por dieta poco saludable, falta de ejercicio físico y hábitos muy sedentarios. La prevalencia de la enfermedad está aumentando de forma global en las últimas décadas en paralelo al incremento progresivo de la obesidad y la diabetes en la población general. El perfil de estos pacientes son personas de mediana edad, «dado que la edad es un factor de riesgo al tener más tiempo para progresar la enfermedad», continúa la especialista. Sin embargo, apunta la experta, también hay pacientes que pueden desarrollar la enfermedad sin tener sobrepeso. En este caso, debido a factores genéticos o una dieta poco saludable. «A largo plazo, produce una inflamación crónica en el cuerpo y, al final, una inflamación en el hígado», concluye Aller.
Prevención
La intervención dietética basada en la dieta mediterránea y el cambio del estilo de vida constituyen el pilar del tratamiento de la NAFLD, ya que no existe ningún fármaco específico. Únicamente existen tratamientos para sus factores de riesgo: diabetes, síndrome metabólico, y colesterol alto. Sin embargo, la manera de prevenir la NAFLD está clara y es un aspecto clave. En concreto, «cambiar el tipo de dieta, utilizando una con patrón mediterráneo (rica en frutas, verduras, pescado azul, aceite de oliva, cereales enteros, etc.); evitar azúcares simples, bebidas azucaradas, la fructosa o grasas saturadas, hacer ejercicio físico, tanto aeróbico como anaeróbico, y evitar el sedentarismo», puntualiza. A falta de tratamiento, la dieta es muy eficaz. «Se ha demostrado que un 10 por ciento de pérdida de peso reduce de forma importante la fibrosis del hígado, que es la fase más avanzada de la enfermedad», señala la especialista. Asimismo, es importante prevenir el sobrepeso y la obesidad desde la edad infantil porque «un 30 por ciento de los niños padecen obesidad», añade. Y es que se trata de una enfermedad relativamente reciente debida a los patrones alimenticios actuales. «Ahora nuestra alimentación está llena de alimentos procesados y ultraprocesados, que pueden producir cambios en el genoma y desembocar no solo en esta enfermedad, sino en varios tipos de cáncer», advierte.
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