Para pasar unos días con la familia, ha regresado a Mallorca Joan Ribot Estrany, que vive con su esposa, la alemana Jutta, en Burbank, Los Ángeles, a no mucha distancia de donde están los estudios de Universal, Warner Bross y Disney Studio. Como ya os conté hace unos años, Joan, que en Palma trabajaba de camarero, a poco de regresar de la mili, que hizo en Melilla, se convirtió en maître del barco Wild Goose, propiedad de John Wayne.
«Estaba de vacaciones con su familia en Palma. Como necesitaban un maître, pusieron un anuncio en el diario Baleares, que mi padre vio... Y me avisó. Como me interesó, fui hacia el muelle, cruzando la calle Sindicato, donde me encontré un tumulto de gente frente a una tienda. Ahí está John Wayne, me dijo uno. Me hice paso y me acerqué a él, y sin más le dije que yo era la persona que andaba buscando. Me miró desde lo alto, sonrió y llamó al capitán del barco. Peter –le dijo–, atiende a este hombre. Con el capitán, con el que hablé en español, quedé al día siguiente en el Club Náutico. Allí me preguntó algunas cosas, primero hablando español y luego inglés, por ver si yo lo hablaba. Y como le interesé, me contrató: 150 dólares al mes, más propinas. Dormiría en el barco, donde además comería… O sea, que mis gastos serían cero. Y como los invitados de John me daban buenas propinas...».
Durante un tiempo estuvieron navegando por el Mediterráneo, «hasta que nos fuimos a Madrid, pues él tenía que rodar con Claudia Cardinale, Rita Hayworth y John Smith El maravilloso mundo del circo. Durante el rodaje me quedé a vivir en un hotel, pues su familia regresó a Estados Unidos. Le iba a ver cada día por si me necesitaba para algo… Un día me preguntó que cuáles eran mis planes. Vamos, que si quería trabajar en Estados Unidos, sabía que su amigo, John Smith, necesitaba un maître y… Pues que le dije que sí, por lo que, al terminar el rodaje, me fui a servir a casa de este, donde pude conocer a más actores, entre otros Rock Hudson, Glenn Ford, Ricky Nelson, James Brown, Richard Chamberlain, Rita Hayworth… ¡Qué sé yo! Muchos… Y todos amigos de John… Gente que traté, porque venían a comer a casa de este, y que me parecieron muy cercanas pese a lo famosas que eran».
Sirvió a Nixon
Naturalmente, Joan, que estaba muy bien, pero pensando que ese trabajo no era para siempre, se buscó la vida por otra parte, primero, trabajando en el Overland Club, un lugar al que acudían, generalmente, republicanos. «Recuerdo que estando en campaña, Nixon pasó por el local, donde fue agasajado por los suyos. A mí me cupo el honor de servirle… Y de ahí me fui al Hotel Hilton, donde permanecí diez años. Por allí pasaron muchos actores que conocía de cuando estuve en casa de Smith…». Por último, decidió dejar de ser asalariado para convertirse en patrón, abriendo Los Globos, un nigth club por el que solían pasar también gente muy famosa, «puesto que a mí, como ya he dicho, por haber trabajado con ellos, me conocían, y encima se alegraban viéndome progresar…. ¿He dicho que me casé…? Creo que sí, ¿no? Pues sí, me casé con Jutta, una alemana que trabajaba en una agencia de viajes. ¡Y llevo con ella 55 años! Ha estado aquí, conmigo, pero hace dos días regresó a Estados Unidos». Pese a que sigue acordándose de su Isla, se siente norteamericano. «Sin embargo –dice–, mi familia sabe que si muero me tienen que incinerar y depositar mis cenizas en la playa de Can Picafort. Pues yo, que soy de Santa Margalida, de niño me bañaba en esa playa. Por eso quiero quedarme en ella… Pero espero que eso sea mucho más adelante».
Las armas
A regañadientes, y con la boca pequeña, le sacamos que es republicano, por tanto, vota a los republicanos. Pero ahora debe de aguantar que estén en el poder los demócratas… «¡Pero ya volverán los nuestros!», dice, convencido de que será así. En cuanto al uso de las armas en Estados Unidos por parte de la población civil, Joan considera que el uso de armas debe de estar regulado, «y desde luego los menores no tienen que usarlas. Solo las utilizarán las personas que están preparadas, pero… Como también hay un mercado negro en el que cualquiera puede adquirirlas… ¡Pues a ver quién controla eso! Pero sí –apostilla– no estoy a favor de que cualquiera pueda tener un arma en su casa». Antes de terminar nos dice que el país ha superado la pandemia, aunque no ha sido fácil pues muchos han quedado en el camino. «Por fortuna mi familia no está entre estos».
Por último, nos cuenta que aunque por allí no suelen ir muchos mallorquines, y mucho menos a quedarse, como hizo él, «alguno sí que hay, lo digo por Manuel Romero, que es de Manacor, y que tiene no muy lejos de donde vivo un negocio de ropa. Por cierto, que la última vez que lo vi, estaba con su padre, que había ido a verle. Los tres estuvimos almorzando en Malibú, en un restaurante llamado La Cueva». En la despedida, Joan nos dice que ha encontrado Mallorca muy bien, con muchos turistas, «lo cual es bueno, pues reactiva la economía que la pandemia dejó mal parada. Por eso, hay que cuidar el turismo, es la fuente de ingresos más importante que tienen las Islas».
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