Les advierto que no se tomen el titular demasiado al pie de la letra, ya que, de hecho, las olas que les presentamos no están, ni mucho menos, lejos del mar. En el caso de la piscina flowrider, donde podremos tomar olas cual Kelly Slater, se ubica a escasos metros del mar, en pleno corazón de Magaluf. Desde su privilegiada posición, las ráfagas del viento nos acercan el aroma a salitre y protector solar. En el caso de la wave pool, quizá no esté a tocar de playa, pero sus olas tampoco distan demasiado de esas otras que, incansable, nos arroja el Mediterráneo. De modo que, si está cansado de retozar en la arena, cocerse al sol y comerse con patatas el festival de reguetón que tienen montado sus vecinos de toalla, estas pueden ser una buena alternativa.
Voy camino de HidroPark Alcúdia cuando observo por el rabillo del ojo el parpadeo del indicador de combustible. Me detengo a repostar en una gasolinera, en la que a la pregunta de ‘cap a on cau l'Hidropark?' recibo como respuesta ‘está pa´llá'. Lástima no haber tenido un boli a mano para recoger otras perlas de sabiduría de mi nuevo amigo. Una vez en el parque acuático me atiende David Díaz, un catalán que por aquellos azares del destino acabó en sa roqueta. Es el director, el capo, de HidroPark. Me cuenta que la piscina de olas es una de las «atracciones más populares». Se trata de una instalación con profundidad ascendente que no llega a cubrir del todo, agitada por un dulce oleaje con intervalos de pocos segundos. «Lo conectamos cinco veces al día, y tiene tres intensidades, habitualmente está en el nivel medio». Uno, que es morboso por naturaleza, se interesa por el nivel máximo. «Es un poco agresivo, genera olas que a veces se salen de la piscina», contesta.
Oteo el interior de la piscina y el público es claramente familiar, la mayoría chavales a los que sus padres dejan en un entorno seguro mientras confían en el efecto balsámico de un ron con cola, o si lo prefieren de un refresco, que resulta más políticamente correcto. Así, mientras los críos –y no tan críos– juegan y se mecen al ritmo de las olas, los adultos cargan pilas.
Cambiamos de escenario, en Magaluf nos espera Sol Wave House, un exclusivo hotel a pie de playa repleto de turistas tostándose al sol. Los placeres recreativos que brinda esta piscina que genera una fuerte corriente, ideal para practicar surf o bodyboard, resultan ideales para aquellos que anhelan introducirse en el surf o mejorar sus habilidades. Sea cual sea su preferencia, se trata de una actividad segura, «la plataforma es muy blanda y si alguien se cae ni se entera. Además, siempre hay un monitor para ayudarles», explica Sergio Franco, encargado de la atracción, un extremeño que recaló en la Isla en 2008. El flowrider, así se denomina esta atracción, transmite sensaciones similares a ir sobre un patinete, «por lo que es un buen lugar para practicar tus trucos». Y aunque habrá quien piense que nada puede equipararse a la sensación de montar una ola sobre un mar embravecido, Sergio nos asegura que es una práctica muy adictiva, «quien la prueba repite, es una atracción muy golosa para los huéspedes del hotel, pero también viene gente de fuera».
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