La humorista catalana Eva Soriano mide sus monólogos en el FesJaJà. | R.S.

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Canalla, golfo y deslenguado. El humor de Eva Soriano se caracteriza por su estilo mordaz y crudo, con el que retrata fielmente nuestras miserias –lo bueno de reírse de temas universales es que los gags envejecen bien–. Uno nunca sabe dónde desembocarán sus largas disertaciones, que se convierten en un viaje humorístico hacia todas y ninguna parte, un monólogo con tantos meandros que a su término el espectador siente que acaban de jugar al billar con sus neuronas. La ‘chica del momento' aterriza en Trui Teatre el próximo sábado 24 de septiembre dentro del Festival del Humor FesJajá.   

¿Le inquieta sufrir el sindrome ‘Dave Chapelle' y desaparecer víctima de la presión de la fama y sus demonios?
–Ahora mismo no, a Chapelle le llegó en un momento hiper expuesto, no me puedo comparar con él. Ignoro si yo desaparecería o buscaría ayuda.

¿El buen humor debe ser sanador, escapista o reflexivo?
–Para mí el buen humor debe ser escapista y buenrollero.

¿Qué inspira su comicidad?
–Está inspirada por mi vida. Soy una persona torpe a la que le pasan cosas por ser impulsiva, y esas cosas las cuento en mis monólogos, por eso suenan reales.

Desde siempre, el fracaso y la desgracia han conectado mejor con el público en general que el éxito y la felicidad, ¿somos un poco masoquistas?
–Es que la comedia es un poco miedo y dolor, cuando a alguien le sale todo bien no mola. Nos ponen más las cosas chungas que las cosas guais.

Carlos Faemino ha dicho que ‘la corrección política es la muerte de un pueblo', ¿es más fácil herir susceptibilidades que antes?
–Vivimos un momento muy despolarizado, que es un poco el reflejo de esta sociedad fragmentada e irritada.

Cierto... nos constriñe un corsé invisible que mina nuestros movimientos, hoy una crítica puede ser juzgada severamente como le pasó a Valtonyc... ¿siente que esa corrección política hace más difícil su trabajo?
–La libertad de expresión es necesaria para hacer mi trabajo. Aunque a veces me preguntó ‘¿este chiste es tan bueno para meterme es un fregao?'. Hoy es fácil que confundan la ironía y la has cagado, pese a todo siempre he intentado huir de ese bienquedismo.

¿El humor ha de tener límites o solo la muerte puede blanquear el expediente?
–Lo ideal es que el humor no tuviera límites. Dicho esto, bajo el paraguas del humor se debería poder hablar de todo, porque el humor quita hierro a las cosas, y eso que es super necesario ahora está muy perseguido.

Es evidente que la pandemia ensanchó la brecha social entre clases, en ese sentido ¿cree que hoy el pueblo mira con más escepticismo la cultura de la celebridad?
–No lo noto, y tampoco predico un tipo de vida de excesos, no soy un futbolista. Y en mis textos no entro mucho en la diferencia de clases.   

¿Eva Soriano es más de Los Morancos, Faemino y Cansado o Ricky Gervais?
– Soy un poco de todo, cualquiera que me haga reír merece todo mi respeto.

Sabemos que construir el éxito es difícil, pero ¿cómo es sostenerlo?
–No concibo haber alcanzado ese éxito. Cuando sientes que lo has alcanzado te relajas y te estancas, y es cuando te vas a la mierda.

Si de humor se refiere, ¿España juega la Champions o la Europa League?
–Creo que en este país nos lo tomamos todo con mucho humor. Los españoles tenemos una capacidad para reírnos de nosotros brutal y brillante.

Radio, televisión, stand up... en que formato se siente más cómoda?
–En todos. El teatro es la ostia, es donde soy yo al cien por cien. La radio es el segundo lugar donde mejor estoy y la tele te posiciona, es el escaparate donde la gente te ve para luego ir a verte al teatro. En algunos sitios lo he pasado muy bien y en otros más regular.

¡Alguna vez se ha quedado en blanco?
–¡Nunca!, piso las tablas del teatro desde muy jovencita, es como mi casa, me siento muy a gusto.

¿Humor y política son un matrimonio bien avenido o conviene separarlos?
–Es un matrimonio que no quiero casar.

¿Tiene un rincón favorito de Mallorca?   
–Tengo muy buen recuerdo de la Cova del Drach, de pequeña estuve de vacaciones con mi familia y lo pasé muy bien, recuerdo que mi padre me regaló un collar de cristal que me flipó.