Al principio de la calle General Riera de Palma, concretamente en el número 16, haciendo esquina con la calle Guillem Massot, se encuentra el Bar Hípica, en el que Francisco Martorell lleva 60 años. «Prácticamente toda la vida, pues mis padres, que eran de Puigpunyent, lo cogieron cuando mi madre estaba embarazada de mí, de siete meses». Fue en 1963, y sus padres, Juan Martorell y Margarita Suau, alquilaron el bar manteniendo el mismo nombre, Hípica, que había abierto unos 10 años antes.
«El nombre proviene de que, antiguamente, cerca de aquí, por la zona de plaza París, estaba la hípica». Francisco recuerda que siendo niño –era el segundo de tres hermanos–, ya ayudaba a sus padres en el negocio. Nada más finalizar el servicio militar comenzó a trabajar en el Bar Hípica, siendo el único de los tres hermanos que continuaría en el negocio, y cogió las riendas del bar en el año 1983.
Es un bar de barriada, que levanta la persiana a las seis de la mañana y no la baja hasta las seis de la tarde. Entre sus clientes, muchos trabajadores y vecinos de la zona que acuden a desayunar o a tomar el primer café del día. Se trata de un local pequeño y acogedor, con carácter, en el que no se nota el paso del tiempo. En sus paredes cuelgan pequeños recuerdos como un escudo de aviación o una mascarilla del Atlético Baleares. Mientras algunos clientes prefieren tomar su consumición en mesa, otros optan por hacerlo en la barra.
Plato del día
La pequeña cocina es parte esencial del negocio en la que Elisa Sánchez, pareja de Francisco Martorell, se ocupa de los fogones. «Servimos plato del día, cocina mallorquina como sopes, frit, o arròs brut, pero también paella, etc. En los días de frío se cocinan platos de cuchara. Todo casero y con todo el cariño del mundo». Por 7,80 euros, plato más bebida, el cliente puede comer como en casa en el bar, y por tan solo 6 euros, se puede recoger para llevar.
Las carta de bocadillos también es variada, tanto fríos como calientes, de camaiot, chorizo, botifarró, sobrassada, queso con jamón, atún, etc., o pepito de lomo, elaborados con abundante producto. Y las enormes tortillas de patata que hace Elisa son también famosas entre los clientes, que destacan el servicio rápido y amable como dos cualidades que siempre están presentes en este bar tan arraigado en la barriada.
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¡Oh! Te recuerdo. Con 16 años iba, cada día, a buscarle el café "cortito" a mi jefe.