Dos veces por semana miembros de la AMEH y aficionados a la esgrima histórica se reúnen para entrenar. | Teresa Ayuga

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Si hablamos de artes marciales, a todos nos viene a la mente la imagen de un asiático en kimono realizando posturas felinas y repartiendo acrobáticas patadas voladoras. No obstante, la expresión alude simplemente a un conjunto de técnicas de combate depuradas con el tiempo, sin aclarar su cuna geográfica. Por supuesto, Europa, con su violenta historia, no está exenta de este tipo de tradición, recogida en numerosos tratados y manuales a lo largo de los siglos.

Desde hace algunos lustros, y gracias a las facilidades que Internet ha traído para acceder a estos documentos antiguos, se han formado en diferentes países del continente grupos que tratan de recuperar la tradición puramente europea en el noble arte de matar e impedir que te maten, a lo que han dado el nombre genérico de artes marciales europeas. Sus miembros bucean en antiguos textos en busca de técnicas tradicionales de lucha, que luego tratan de llevar a la práctica de la forma más fidedigna posible.

La espada medieval

Mallorca no es una excepción, y la Asociación Mallorquina de Esgrima Histórica (AMEH) lleva años estudiando cómo se combatía en Europa en épocas pasadas con la típica espada medieval de mano y media y la espada ropera, «la de Alatriste, para entendernos», en palabras de Laura Bibiloni, monitora de la asociación. Dos veces por semana, miembros de la AMEH y aficionados a la esgrima histórica se reúnen en un gimnasio de Palma para aprender los rudimentos o depurar su técnica. «Nos basamos en algo llamado ‘Verdadera Destreza', un método global de lucha con espada desarrollado por diversos autores a lo largo de los siglos XVI a XIX, y que más allá de las técnicas concretas de combate, incorpora un importante componente filosófico y de valores frente a la ‘destreza vulgar', como se referían a la forma de luchar más intuitiva y basada en tretas y engaños del vulgo, y también de los extranjeros. Es el método que debería usar un buen caballero cristiano de la época. En cuanto a la espada de mano y media, usamos un tratado alemán del siglo XIV», añade.

«En el archivo digital de la Biblioteca Nacional podemos acceder a los documentos originales de los principales autores, y a través de ellos desentrañamos la técnica tradicional y tratamos de aplicarla, algo que no siempre es fácil, ya que hay aspectos que no están del todo explicados, además de que hubo muchos tratados que no llegaron a nuestros días, como por ejemplo el de un mallorquín, Jaume Pons, que por lo visto tuvo mucha fama en el siglo XV. Hay una gran labor de interpretación de los textos y de rellenar puntos ciegos de los que no tenemos información mediante la imaginación y la práctica. Es un proceso fascinante», asegura.

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Una sesión de entrenamiento en Palma.

Uno de los alumnos de Bibiloni es Unai Gamarra, quien lleva menos de un año practicando. «Vengo de la esgrima clásica, que está muy deportivizada y se aleja mucho de un combate real a vida o muerte. Aquí, puedes experimentar cómo luchaban realmente los Tercios del siglo XVI, y la verdad es que es muy interesante. Eso sí, aunque no hagamos esgrima deportiva, hacemos muchísimo ejercicio», advierte.

Guillem Cerdà se desplaza desde Pollença dos veces por semana para entrenar desde hace 5 o 6 años. «Yo llegué a esto de una forma peculiar. Tengo una forja y me iban mandando espadas para reparar, hasta que un día me picó la curiosidad y decidí probar. Las armas que usamos tienen el mismo peso y la misma exacta morfología de las que se usaban antiguamente, solo que no tienen filo. Practicando, te das cuenta de que las coreografías de lucha que ves en las películas no tienen nada que ver con un combate real», concluye.