Maru García posa para este periódico. | Click

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Maru García es una mujer altruista. Apenas tiene nada, sin embargo su disposición para ayudar a la gente que lo necesita es total. Y eso es así porque ella, siendo niña, no lo pasó muy bien. Tuvo necesidades para sobrevivir. A los 13 años, tras haber fallecido su padre,    las cosas cambiaron: dormía sobre una sábana extendida sobre el suelo de la casa donde vivía. «Como apenas teníamos nada, por lo que nos podían quitar a nuestros hermanos pequeños, me puse a trabajar. Y eso, entre otras cosas, me enseñó a dialogar y a no ser partidaria de la violencia... Aunque entiendo que una familia a la que quieran echar de casa por no poder pagar, porque no hay trabajo y se ha acabado el dinero, se niegue a salir… Pero, antes que nada, hay que negociar con los bancos, fondos buitres o con quién sea».

«Si puedo voy por libre»

No muy alta, delgada, cubre su rostro con una mascarilla de color negro, a juego con el de sus cabellos. «No es por la COVID, que ya pasó, sino que lo hago para proteger mi inmunidad. Que si la llevo no es por otra cosa. Además, allá a donde voy, todos saben que la cara que está tras ella es la mía».

Con Maru nos hemos citado en un bar, a donde ha llegado acompañada por Marilín, una joven ecuatoriana a la que querían desahuciar y que gracias a su mediación con los fondos buitre, bancos y juzgados ha conseguido que se quede en su casa con sus hijas.

«A Marilín, que tiene una paga no contributiva, la engañó la persona que le alquiló el piso, que era su propietario, pero que dejó de pagar la hipoteca    sin decírselo a ella, que cada mes, puntualmente, le abonaba el alquiler. Nos enteramos de que en 2020, una empresa buitre había comprado la deuda y se había quedado con el piso. Como soy mujer pacífica –nos recuerda Maru– hablé con el juez, luego con el fondo buitre y con una persona de un banco, que nos ayudó a poder entrar en las listas de alquileres sociales, por lo cual le doy las gracias. Fue un largo proceso, de idas y venidas a los juzgados, con dos órdenes de desahucio de por medio… Pero siempre es mejor el diálogo que ir por el camino de la violencia. Tanto es así que hoy, a través, repito, del diálogo, Marilín ya tiene piso, por el que paga 262 euros al mes. En realidad, el piso vale 900 euros, pero como también le hemos conseguido una ayuda de 600 euros por siete años, al menos durante ese tiempo va a pagar 262, que con la paga que tiene y con que seguro que va a encontrar trabajo a nada que comience la temporada, saldrá adelante».

Maru es una más de Stop desahucios, «cuya forma de trabajar y actuar respeto», y    también pertenece EAPN, «a través de la cual hacemos peticiones al Gobierno para personas necesitadas, sin apenas medio». «Lo hacemos también sin echar mano de la violencia», nos dice y, si puede, va por libre, apelando al diálogo antes que a otra cosa. «¿Que cómo están las cosas a día de hoy en plan de desahucios? Ahora   (se refiere a Semana Santa ) parece que    están tranquilas, pero me temo que volverá la agonía… Aunque yo sigo insistiendo en que hasta llegar al desahucio ha de haber diálogo entre bancos, empresas buitre y afectados. Sí, hay que hablar, negociar, como hago yo, y así no se quedará tanta gente en la calle como la que se está quedando. Ahora tengo dos o tres casos, por los que me estoy entrevistando convencida de que al final hallaremos la mejor solución para todos».

Su experiencia

Y es que Maru también pasó por una experiencia similar a la de Marilín. «Un argentino al que le iban a quitar el piso por no pagar la hipoteca, sin decirme nada de como estaba la situación, me lo alquiló. Pasó el tiempo, me quisieron desahuciar, le gané el juicio a los buitres, y hoy sigo viviendo allí. Todo por haber dialogado… De lo contrario, si no haces nada porque no te echen, y te echan  a la calle, el desahucio solo ha conseguido una cosa: arruinar a una familia dejándola en la calle, niños incluidos… Porque, que yo sepa, en el momento del desahucio, en la acera donde se quedan todos con lo puesto, no hay nadie de servicios sociales para ver qué se hace con los niños…. Cosa que tampoco denuncian las madres por temor a que se los quiten».

Su próximo objetivo

Maru García confiesa no pertenecer a ningún partido político, pero no le importa hacerse fotos con sus dirigentes. De hecho,    en su móvil lleva dos, una con el presidente Sánchez y otra con el candidato a la presidencia, Feijóo. «Sí, los llevo a los dos, pero no soy de ninguno. Yo lo que quiero es lo mejor para todos, y eso se consigue dialogando».

Tras insistir que bancos y fondos buitre deberían de abrirse más al diálogo, lo cual evitaría muchos desahucios,    Maru García nos recuerda que a no mucho tardar echarán de su casa de Can Pastilla a Erika y a su madre por falta de pago. Las dos están enfermas, aparte de que su madre es anciana, y Erika, que a base de quimio ha vencido a cinco de los seis tumores que le detectaron, va en silla de ruedas, y no reciben ninguna ayuda, se van a quedar en la acera con lo poco que tienen, que a penas es nada.

«Pero yo voy a hacer todo lo posible por encontrarles una planta baja, soleada, ya que ahora, donde viven, no ven el sol. Ante esta falta de solidaridad por parte de quienes nos gobiernan, que hasta la fecha no han hecho nada por ellas, vamos, que las han ignorado,    ya estoy trabajando para ayudarlas. Porque, repito, no hay derecho por lo que están pasando. Y lo peor es que se van a quedar tiradas sobre la acera. ¡Vergonzoso! Pero… Es evidente que hoy el político cree que gana más votos poniendo bicicletas y plantando árboles, que preocupándose, como en este caso, por dos vidas sin recursos que se quedan en la calle».