Muchos habían previsto que la sociedad saldría fortalecida tras la pandemia, pero la realidad ha sido otra. ¿Estamos ahora más aislados que nunca? ¿Cuál es la clave para abrirnos a los demás y evolucionar como individuos?
Cuando nos enfrentamos a los desafíos de la vida, tenemos la opción de simplemente soportarlos o crecer a través de ellos. Esa decisión depende de lo receptivos que estemos a las lecciones que traen consigo esas experiencias. Si nos resistimos a los mensajes que nos transmiten, cargamos con la pérdida en su totalidad. El camino hacia la apertura consiste en reconocer nuestra interconexión, como las cuentas de un collar, en lugar de aislarnos como si fuéramos islas independientes. Nuestra propia felicidad está inextricablemente ligada al bienestar de los que nos rodean; su sufrimiento nos afectará tarde o temprano, de manera inevitable. Esa comprensión no solo debe impregnar nuestra mente, sino también nuestro corazón, y manifestarse en acciones compasivas. Mi maestra, Amma, lo expresa conmovedoramente así: «Nuestro corazón es como un paracaídas; es peligroso si no se abre».
Amma ha dirigido el Grupo Civil 20 este último año. ¿Se ha avanzado en las iniciativas destinadas a ayudar a los segmentos más vulnerables de la sociedad?
Liderado por Amma, la iniciativa que agrupa a la Sociedad Civil (C20) ha logrado avances significativos para llegar a las comunidades marginadas y a los grupos vulnerables. Hemos conectado con organizaciones de la sociedad civil dedicadas a estas causas, garantizando que sus voces resuenen en el marco político que hemos elaborado. Muchos de los que se sentían ignorados y desvalidos han podido recuperar la esperanza y la confianza en sí mismos, sabedores de que muchos otros están haciendo oír su voz en asuntos similares, gracias a los esfuerzos del C20. Visto con mayor perspectiva, hemos sido capaces de llegar a 154 países, interactuar con 4,5 millones de personas en todo el mundo, organizar 12.040 eventos y llevar a cabo 584 debates políticos en el transcurso de ocho meses. Si los responsables políticos de los gobiernos de los distintos países tienen en cuenta las recomendaciones formuladas, veremos cambios positivos en un futuro próximo.
¿Puede la sociedad civil desempeñar un papel en el restablecimiento de la paz? ¿Nos estamos volviendo insensibles ante esas crisis humanitarias, como las muertes en el Mediterráneo y las víctimas civiles en Ucrania, que son provocadas por el hombre y podrían evitarse?
Las tragedias de sufrimiento humano que menciona nos parten el corazón y no podemos hacer oídos sordos a los gritos de nuestros hermanos y hermanas. No basta con tener ojos; también se precisa de la visión adecuada para ver. La Sociedad Civil puede hacer y está haciendo un trabajo creíble en los países que ha mencionado. Las organizaciones de la Sociedad Civil pueden defender las preocupaciones de los ciudadanos de a pie y contribuir a cubrir sus necesidades esenciales, como alimentos, ropa o medicinas, al tiempo que ofrecen espacios seguros y apoyo psicológico a las víctimas. Sin embargo, también depende de la voluntad política de los dirigentes restablecer la paz en esas zonas. No generalizaría afirmando que la humanidad se ha vuelto insensible. Abundan las historias inspiradoras de personas que están a la altura de las circunstancias y ayudan a los afectados por las guerras, la pobreza o las catástrofes naturales. Siendo optimista, creo que cada pequeño esfuerzo por ayudar a los segmentos desfavorecidos de la sociedad tiene un efecto dominó que inspira a otras personas. En lugar de reflexionar interminablemente sobre por qué el mundo es como es en la actualidad, preguntémonos: «¿Qué puedo hacer para que el mundo sea un lugar mejor?». Esa mentalidad nos impulsará a actuar, motivando a otros a unirse a la causa.
¿Cómo se imagina el mundo dentro de veinte años?
El futuro depende de cómo nos desenvolvamos en el momento presente. Con discernimiento, compasión y conciencia, podemos catalizar un cambio positivo. Por el contrario, si elegimos el egoísmo y la codicia, tendremos que enfrentarnos a las consecuencias negativas de nuestras acciones. Como dice el dicho: «El karma no es un menú a la carta; te sirven lo que mereces».
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