«Pobrecitos, con la ilusión que les hacía», se lamentaba una madre mientras observaba como Batman, Ariel y la princesa Jasmín, protegiéndose de la lluvia con pequeños paraguas, se dirigían cabizbajos a la escuela. Las precipitaciones impidieron que los niños celebrasen sus ruetas en las calles de Ciutat, pero no pudieron detener ni la alegría ni la fiesta del Carnaval, que se trasladó al interior de los colegios. «Tenemos talleres preparados, y también improvisaremos. Hoy lo importante es que se lo pasen bien», afirmó el jefe de estudios de Educació Primaria de Sant Josep Obrer, Rafel Alomar, que ayer recibía a los pequeños con bata, mascarilla y estetoscopio.
Quizá los más apenados por la lluvia eran los familiares, porque los críos olvidaron con rapidez que no podían salir a desfilar. Y no era de extrañar: las aulas y los pasillos de los colegios, donde suelen comportarse con rectitud, se convirtieron en grandes espacios de recreo. El descontrol era mayor que en el carnaval de la Venecia medieval. En la escuela de Primaria de Sant Josep Obrer, hasta que sus maestros los hacían sentarse para participar en las actividades programadas, los alumnos desfilaban por las escaleras, deambulando de piso en piso. «Hoy nos dejan jugar todo el día. Voy de El Zorro, pero no se quién es. Lo ha escogido mi padre», explicaba el enmascarado Didac Videla, de siete años. Otros estaban orgullosos del disfraz escogido, como el cowboy Sergi Simon, de seis años: «Me gustan los vaqueros, porque llevan escopeta y pistola; siempre ganan en los tiroteos», razonaba Sergi, mientras encañonaba a sus compañeros de clase. Los más pequeños disfrutaban bailando al ritmo de los Cantajuegos y otros éxitos infantiles.
Unos pisos más arriba se encontraban los mayores, que ya miran a su niñez con cierta nostalgia. «El carnaval es una época muy guay, y coincide con mi cumple. De pequeños nos hacía más ilusión, nos daba menos vergüenza bailar», razonaba Marina Ramos, de 12 años, disfrazada como la Alvin y las ardillas, a lo que su compañera Martina Torres añadía, «es porque estamos en la preadolescencia». En el Corpus Christi tampoco pudieron salir de rua, pero en las clases reinaba el descontrol. Solo estaban quietos para tomar la foto de grupo; después no paraban de brincar y bailar, como princesas y superheroínas, y diferentes disfraces, desde un pequeño veterinario que cuidaba de su orangután, hasta Sonic The Hedgehog.
Por lo visto, la vergüenza es algo que va y viene, porque los adolescentes de Sant Josep Obrer no se mostraban tan pudorosos. Los mil alumnos que componen la Educación Secundaria y el primer ciclo de Formación Superior del centro educativo ofrecieron un espectáculo digno de admirar. El pabellón se convirtió en una gran pasarela, por la que los jóvenes desfilaban por cursos, disfrazados de forma grupal y realizando una pequeña actuación frente al jurado, que no lo tuvo nada fácil escoger al grupo al que premiar con una deliciosa merienda.
Allí pasearon las Bratz o un grupo de ‘guiris', calzados con calcetines y chanclas; también se celebró una boda fallida, donde el novio volvió solo a casa; un grupo revivió la época bakala e interpretó el Yo soy cani, de Zorman, y también hubo una selección de raperos, entre los que se encontraban Canserbero o Tupac. Por su parte, en el Col·legi Sant Vicenç de Paül, en Cas Capiscol, concluyeron sus ‘Jornades de sa Nostra Terra', celebradas a lo largo de la semana «con el objetivo de poner en valor nuestras raíces como pueblo, dando a conocer a los alumnos el mundo del campo, la artesanía, las fiestas y tradiciones populares», disfrazándose de siurells y visitando la Llar d'Ancians para contagiarle toda su alegría a los más mayores. Durante esta semana, la escuela ha sido visitada por el conseller d'Agricultura del Govern, Joan Simonet; por el mestre moliner Miquel Ramis; la ceramista Marga Juan o el luthier especializado en la fabricación de xeremies, Joan Marroig, entre muchos otros.
Ahora bien, los colegios que escogieron el ‘Dijous Llarder' para celebrar el carnaval si pudieron salir de rua. Mientras, acompañados por sus padres, los jóvenes alumnos de Mata de Jonc se paseaban por Son Espanyolet disfrazados de una amplia variedad de personajes, desde Los Teletubbies hasta los Peaky Blinders, a pocos metros, en el Col·legi Sagrat Cor, tenían una buena fiesta montada. Este año la temática de su rueta era la música. Allí desfilaron niños envueltos en partituras, bailarines de ballet, tunos alejados de la edad universitaria, o un grupo de DJ's en miniatura, entre otros simpáticos personajes, que hicieron babear a los familiares congregados en el patio
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