Por eso, sus proyectos de vivienda incorporan elementos relacionales, asegurando que incluso los residentes que viven solos no estén aislados. En cambio, une culturas, historias y ciudadanos de distintas generaciones, con sensibilidad, adaptando la influencia internacional y el modernismo, para «inspirar sociedades armoniosas a pesar de la diversidad de identidades, economías, políticas, infraestructuras, y sistemas de vivienda», afirma el fallo, emitido por un jurado que ha dirigido el arquitecto chileno Alejandro Aravena, premiado en 2016.
«Para mí, reconocer el espacio es reconocer a toda una comunidad», expresa Yamamoto. «El enfoque arquitectónico actual enfatiza la privacidad, negando la necesidad de relaciones sociales. Sin embargo, podemos honrar la libertad de cada individuo mientras vivimos juntos en un espacio arquitectónico como una república, fomentando la armonía entre culturas y fases de la vida».
Así, para él los miembros de una comunidad deben cuidarse unos a otros. Y a su juicio, una comunidad significa «compartir un espacio, deconstruyendo las tradiciones nociones de libertad y privacidad», al tiempo que la arquitectura responde a las necesidades del futuro, permitiendo que la vida prospere. Con estos principios, ha desarrollado las influencias de las viviendas tradicionales japonesas 'machiya' y los 'oikos' griegos, en los que las conexiones y el comercio eran esenciales para la vitalidad de cada familia.
En sus obras, activa el umbral entre la vida pública y la privada, y construye abundantes lugares para los compromisos y los encuentros casuales. Además, abunda en la transparencia para que quienes están dentro de sus espacios puedan experimentar el entorno que hay más allá, mientras que quienes pasan pueden sentir un sentido de pertenencia. También trata de ofrecer una continuidad consistente del paisaje, usando los entornos naturales y construidos preexistentes para contextualizar la experiencia de cada edificio.
Estas ideas las plasmó en el diseño de su propia casa, Gazebo (Yokohama, Japón 1986), para invocar la interacción con los vecinos desde terrazas y tejados, o en Casa Ishii (Kawasaki, Japón 1978), construida para dos artistas, que cuenta con una sala tipo pabellón, que se extiende al aire libre y sirve como escenario para albergar actuaciones, mientras que las viviendas están integradas debajo. Pangyo Housing (Seongnam, República de Corea 2010), es un complejo de nueve bloques de viviendas de poca altura que está diseñado con volúmenes de planta baja transparentes no prescriptivos que catalizan la interconexión entre vecinos.
Una terraza comunitaria en el segundo piso fomenta la interacción, presentando espacios de reunión, áreas de juego, jardines y puentes que conectan un bloque de viviendas con otro. El Premio Pritzker es el galardón más importante en el campo de la arquitectura y se otorga a un arquitecto vivo cuya obra construida haya «producido consistentes y significativas contribuciones a la humanidad a través del arte de la arquitectura», según explica la organización, que premia a personas y no a estudios. Yamamoto es el laureado número 53 por este premio, el noveno japonés, y lo recibirá esta primavera en Chicago (EE.UU.), donde se encuentra la Fundación Hyatt, que concede el premio Pritzker. El año pasado lo obtuvo el británico David Chipperfield.
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