El meteorólogo Dani Capó, en el plató de IB3 Televisió. | Pilar Pellicer

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Como a Carpanta, aquel personaje de cómic creado por Escobar, a Dani Capó le cautiva la geometría variable de las nubes. Es uno de los meteorólogos más valorados de la Isla, su rostro se cuela a diario en los hogares para adelantarnos de qué humor amanecerá el día. Le preguntamos por diferentes cuestiones centrando el foco en el cambio climático, un fenómeno que se extiende y afecta cada vez a más personas. Y es que la brecha entre lo que hay que hacer y lo que realmente se hace se agranda por momentos.

¿Cómo influye la información meteorológica en la sociedad?, ¿impacta en la economía, el consumo y los hábitos...?
—Sí, la información meterológica es importante en el día a día de las personas, muchas actividades económicas dependen de lo que pase en la calle. Piensa que si hay una tempestad o un vendaval nos va a afectar seguro. Además, todos tenemos que desplazarnos en nuestra vida diaria y estos desplazamientos implican estar pendiente del tiempo.

¿Es importante tener un sello propio para dar el tiempo?
—Cada presentador tiene su estilo y sus preferencias. Y no a todos los meteorólogos les gustan los mismos fenómenos atmosféricos, y esa diversidad es buena porque enriquece los contenidos a la hora de dar detalles extras en cada previsión.

¿Le han pedido una predicción en la cola del súper o en la barra de un bar?
—Sí, pasa a menudo. La pregunta más habitual es: ‘ha de ploure?' A veces ni te saludan, directamente te embisten con la pregunta, esa confianza es normal porque la gente cena contigo...

¿Cuándo se interesa por la meteorología?
—Es mi pasión desde pequeño. Siempre, esté o no trabajando, estoy pendiente de la meteorología.

¿Con la tecnología actual, ¿qué grado de acierto tienen las predicciones?
—En los años que llevo haciendo previsión he notado una evolución, tenemos a nuestra disposición modelos de alta resolución que antes no teníamos y que incorporan un grado de fiabilidad mayor. Lo que se mantiene igual es la incertidumbre de las previsiones a cuatro días vista.

Si un entrenador de fútbol yerra en la táctica irrita a su afición, pero a un meteorólogo lo juzga todo el mundo…
—Sí, además siempre se ha dicho que nos equivocamos mucho. Somos juzgados a diario, va en nuestra profesión, pero poco a poco, gracias a la evolución tecnológica que nos ayuda a acertar las previsiones, vamos ganándonos a la población.

¿Qué fenómeno climático le gustaría cubrir?
—Las nevadas son los que más interés me despiertan. Para mí, vivir una nevada es disfrutar de un momento de paz, de desconexión y de silencio.

Las olas de calor, las sequías y las inundaciones han superado los umbrales de tolerancia y hay quien aún pone en duda la emergencia climática, para usted debe ser frustrante...
—Sí, a ver, nosotros somos conscientes de hacia donde va el clima. El cambio climático está en marcha. Por tanto, es cierto que vamos hacia un escenario más cálido, que aquí implicará más riesgo por mayores y más intensas sequías. Habrá menos días de lluvia pero serán más intensas, incluso violentas. Por tanto habrá que estar más alerta porque seremos más vulnerables.

¿Le molesta más la inacción política o el negacionismo de un sector de la ciudadanía?
—La inacción política. Debemos exigir que el político se fíe de la ciencia, porque la ciencia nos ha dado el progreso, y si la ciencia es unánime y contundente en cuanto al cambio climático creo que los políticos deberían hacer caso de nuestros consejos, aunque eso suponga una reducción del desarrollo económico. Hay que pensar que si el cambio climático progresa los peores escenarios ya implican un escenario económico muy malo.

¿Cuál es la exposición real de Mallorca frente al cambio climático?
—Mallorca tiene unos problemas que a día de hoy ya sufrimos y pueden acentuarse en el futuro. Por una parte la sequía, que no es tan acentuada como en otros puntos de la península, pero estamos en alerta. Y, por otra parte, si aumenta la temperatura necesitaremos más lluvias para cubrir las necesidades de la gente, pero habrá menos precipitaciones. Otro fenómeno serán las inundaciones, que ya hemos sufrido, algo que antes se daba cada treinta años ahora con el cambio climático se dará más frecuentemente.

¿Quien no está haciendo los deberes en la lucha contra el cambio climático?
—Nosotros, la población, podemos reducir el consumo de cosas que afectan al cambio climático, como el de carne; también podemos reciclar, que a día de hoy es algo que tristemente no se hace en todas las casas. Pero la carga más grande es la política, porque ellos pueden aplicar las medidas, especialmente en dos ejes: reducir drásticamente los envasados plásticos y crear una red de transporte público atractiva.

Escuchamos noticias sobre desastres naturales en lugares remotos pero España está en el TOP 20 de países más vulnerables al cambio climático…
—Sí, porque estamos muy cerca del desierto del Sáhara, por tanto las condiciones norte africanas se extienden a la Península, sobre todo el aumento de las temperaturas y la llegada de polvo en suspensión, y eso implica tener condiciones del desierto en las Islas. Las temperaturas serán más extremas en un futuro.

¿Estamos a tiempo de revertir la situación?
—No es posible revertirla, pero es posible desacelerar el cambio climático. Hay diferentes escenarios previstos, unos muy catastróficos se darán si mantenemos lo mismo que estamos haciendo hoy.

¿Esas condiciones adversas son compatibles con un cierto confort de vida?
—Evidentemente perderemos confort, la vida será cada vez más dura en los veranos de Mallorca.

¿Qué medidas adoptaría para detener el cambio climático?
—Primero de todo habría que cambiar los hábitos alimentarios de la gente, enfocarlos hacia un consumo más vegetal; y también cambiar los hábitos de transporte. Sería importante potenciar el tranvía, que es uno de los transportes públicos más eficientes, no solo en Palma, sino en toda la Isla. Y recuperar la compra a la antigua, comprar a granel dejando el plástico fuera de la ecuación. También es importante climatizar lo mínimo para el confort, porque supone un gasto energético brutal, así como potenciar las placas fotovoltaicas, hay que rentabilizar al máximo el sol.