¿Recuerda usted el rótulo de Ca la Seu? Es probable que sí, pues este emblemático letrero presidió uno de los bajos de un edificio en la plaza de la Quartera desde 1885. Es más, esta legendaria espartería reconvertida a bar en sus últimos años, permaneció en activo de 1510 a 2019, siendo reconocida como el comercio más antiguo de Europa, y fue regentado por una misma familia durante once generaciones. Tenía hasta una placa del Ayuntamiento que lo acreditaba.
Hace poco, un inversor extranjero puso fin de cuajo a este elemento tan significativo del patrimonio palmesano al comprar el edificio para convertirlo en vivienda unifamiliar, destinando a mero garaje el local que aguantó incólume durante cinco siglos, venciendo todo tipo de calamidades hasta que la gentrificación ha logrado doblegarlo. No ha quedado ni la placa conmemorativa.
Esta y otras historias relacionadas con el patrimonio gráfico y emocional de Ciutat constituirán el contenido de la visita guiada al centro de Palma que este sábado impartirá Toni Sorell, impulsor de la iniciativa Rotuïlla. «Nos detendremos en una veintena de rótulos históricos que aún se conservan en su lugar; en los que ya no están, que mostraré a través de una tableta electrónica; en los que yo llamo huérfanos, que siguen ahí aunque el negocio haya desaparecido; en los reconvertidos, que tras un cambio de negocio, los nuevos propietarios han decidido respetar, y los relocalizados, que son los que alguien ha llevado a otro lugar, como por ejemplo para decorar el interior de un bar. Todos son de entre finales del siglo XIX y finales del XX, esto es, desde la época modernista hasta el advenimiento del prefijo 971, en 1998», explica Sorell.
La ruta arrancará en Ca Donya Àngela, que se remonta a 1685, y concluirá en el Bar Alaska (1936), recientemente salvado de la demolición pretendida por el Ayuntamiento gracias, en gran medida, a una campaña de recogida de firmas.
«Lamentablemente, el patrimonio gráfico de Palma no es que no esté catalogado, es que ni siquiera está contemplado» denuncia. «Mucho menos aún, el patrimonio emocional, esto es, todos aquellos elementos que forman parte de la vida de la ciudad y de nuestros recuerdos como ciudadanos y a los que profesamos amor y conferimos valor, independientemente de su tasación arquitectónica, artística o de cualquier otro tipo. El Alaska es el mejor ejemplo», ejemplifica.
Sorell propugna «catalogar todos estos rótulos que dan carácter a la ciudad, reconocerlos como patrimonio gráfico y protegerlos para, en primera instancia, mantenerlos en su sitio y, en segunda, conservarlos adecuadamente y exponerlos en museos o centros de interpretación para disfrute de la ciudadanía». Pero antes, hay que conocerlos. Tras el éxito de la campaña para salvar el Alaska, Rotuïlla impulsa ahora una recogida de firmas para conservar los rótulos de Ca la Seu en su ubicación original (https://www.change.org/p/conservemos-los-rótulos-de-ca-la-seu-palma-en-su-ubicación-original).
También podrían hacer el recuento de la rotulación, incluidos los escaparates y cristaleras, en idiomas extranjeros. Una plaga que se propaga por toda la ciudad a gran velocidad, ya no hay uñas, tatuadores, barberos, etc., etc..Entretanto algunos discuten sobre si mallorquín o catalán y otros, propicios a las alucinaciones, se quejan de persecución del castellano
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También podrían hacer el recuento de la rotulación, incluidos los escaparates y cristaleras, en idiomas extranjeros. Una plaga que se propaga por toda la ciudad a gran velocidad, ya no hay uñas, tatuadores, barberos, etc., etc..Entretanto algunos discuten sobre si mallorquín o catalán y otros, propicios a las alucinaciones, se quejan de persecución del castellano
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