Toni Capellà y Magdalena Salvà, que participaron en el taller. | Pilar Pellicer

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La pizza se creó en el sur de Italia en 1889, concretamente en Nápoles. Aseguran que para deleitar el paladar de la reina Margarita de Saboya con un nuevo sabor, al menos eso es lo que cuenta la leyenda. Esta receta sencilla y sabrosa no tardó en convertirse en uno de los platos más apreciados en todo el mundo. Y esa pasión entusiasta llegó a Mallorca, donde con el curso de los años ha ido adaptándose al paladar local, incorporando sobre una base de tomate y mozzarella ingredientes tan nuestros como los higos, la sobrasada, el tumbet, el trempó, el queso mahonés y el romero, ingredientes que encontramos en la carta de Bessons Pizza, y que sirvieron de base para el ‘desempeño culinario’ de un grupo de residentes del centro de día Avante.

El grupo llegó a esta pizzería, una de las decanas de Ciutat, escoltado por Xisca Pons, auxiliar del centro de día. Allí les esperaba Ángela Manzanera, quien les entregó un delantal acompañado de las primeras instrucciones «para que fuesen preparando la masa. Es importante estirarla de la forma correcta». Luego repartieron los ingredientes sobre la base y, antes de hornearla, «les avisé que la introdujeran en el horno con cuidado porque la bandeja quema mucho», apunta con buen humor Manzanera, quien reconoce que «me gusta trabajar con personas mayores».

«Es la segunda vez que hacemos este taller y, la verdad, nos lo pasamos pipa. Además, es muy gratificante trabajar con personas mayores», admite la pizzera. Entre sus ‘alumnos’, uno destacó a sobremanera: Toni Capellà. Un ‘joven’ de noventa años al que «se le da muy bien, igual es porque repite, vino al primer taller que hicimos». Nuestro chef improvisado reconoce que «siempre me gustó la cocina, ha sido una experiencia muy guapa, seguro que volveré a la próxima». Reconoce que en su juventud no había comido pizza, «no era un plato que se encontrase fácilmente, pero comíamos coca de verdura, que era la ‘pizza mallorquina’».

Magdalena Salvà, otra de las internas del centro de día, no encuentra el momento para hincarle el diente a la pizza. Ha disfrutado con la experiencia y, como su compañero, promete repetir: «Me ha gustado hacer pizza, la verdad es que nos lo han puesto muy fácil». Justo una hora después de colocarse el delantal, las pizzas ya estaban dentro de sus cajas, bien calentitas y desprendiendo un aroma incompatible con la hora en la que realizamos esta visita. «Nos las llevamos al centro de día para degustarlas», agrega la cuidadora con una sonrisa en los labios. Cabe destacar el impacto positivo que actividades como esta tienen en los ancianos: fomentan su creatividad y motivación, propician un mejor estado de ánimo y estimulan sus habilidades sociales favoreciendo su integración.