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Los aledaños de la Plaza de Toros de Palma parecían ayer un pequeño barrio de Pamplona. De punta en blanco, con un pañuelico rojo al cuello, y bien armados con pistolas de agua, miles de personas se reunieron en el coso para celebrar el tradicional Chupinazo de los Sanfermines. Esta fiesta navarra lleva celebrándose en Palma desde finales de los años 90; nació en el Bar España, cerca de la Plaça Major, regentado por el irundarra Joseba Salamanca, que comenzó a celebrar la fiesta a petición de unos clientes pamploneses, que no podían viajar a su ciudad, pero querían festejar a su patrón. En 2015, cuando ya eran demasiados los reunidos en el centro, fue trasladada a Sa Possessió, que cerró el pasado verano. De este modo, de la mano de Las Tardes en el Coliseo, los Sanfermines llegaron al ruedo.

A las 11 horas, algunos apuraban sus desayunos en las cafeterías de los alrededores; café con leche y cruasán, o bien cerveza y bocadillo, al gusto del consumidor. Lo importante era fer paret: restaba una larga jornada por delante. Poco antes del mediodía, la plaza comenzaba a mostrar buen aspecto y, finalmente, llegó el gran momento. «A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición», clamó en el pregón Vicente Alberola, quien ha estado presente en esta fiesta desde su primera edición en 1998, y que también celebró ayer el 30 aniversario de su compañía Vicente Curro Poco y su Cuadrilla. «Flipo. Soy del 56 y mis actuaciones han ido menguando y menguando. Flipo que todavía hagamos esta fiesta», expresó Vicente que, tras el chupinazo, fue recibido en la arena como si fuese Manolete. «¡De manoletina! ¡De pecho, como Jesulín!», le jaleaba el público, mientras el matador hacía lo posible por no recibir una cornada de los grandes toros inflables que revoloteaban por la plaza.

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Mientras que la particular cuadrilla de Vicente embestía al público, comenzó a sonar la música de Los Estupendos Burruños que, como es habitual, supieron dar en la tecla para lograr un gran inicio de fiesta. Con sus pañuelos al cuello, los abanicos agitándose a toda velocidad y entre el fuego cruzado de los pistolas de agua, los presentes entonaron a viva voz grandes éxitos populares, como el Bella Ciao, o el ineludible A Pamplona hemos de ir.

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Mientras tanto, otros se refrescaban en una pequeña fiesta de la espuma paralela, o hacían cola en la barra, que funcionó a todo trapo. Y también se pudo ver la tradicional bota de vino de las tres Z, artesanía de Pamplona de auténtica piel de cabra. Ahora bien, el jolgorio no concluyó con el Chupinazo; había fiesta para largo. Hasta las 23 horas, por el escenario pasaron varios DJ de la Isla, como Conejomanso, Jaglermaister, Axl Sobron, Technocalor o Bob Marius, además de Putilatex, banda de electro-punk de Albacete. Larga vida a San Fermín.