En poco menos de un mes se han producido tres conflictos étnicos: Son Gotleu, S'Arenal y ahora Son Oliva

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Un polvorín. En poco más de un mes Mallorca ha registrado tres estallidos raciales entre clanes gitanos, por un lado, y argelinos y subsaharianos por otro. Primero fue en Son Gotleu, después el terremoto se propagó a las calles de s'Arenal y ahora ha sido en la barriada de Son Oliva donde se han enfrentado los contendientes. La Policía Nacional y la Guardia Civil están en máxima alerta, desplegados día y noche para evitar un baño de sangre.

A finales de mayo, los vecinos de Son Gotleu se echaron a la calle para denunciar que un grupo de argelinos, algunos de ellos ex menas, se había adueñado de parte de la barriada y robaban a diestro y siniestro, colocados bajos los efectos de las pastillas Lyrica. Entraron en algunas casas de la zona y atracaron comercios. Al final, la indignación se propagó por Son Gotleu y algunos de los clanes gitanos se tomaron la justicia por su mano y lincharon a los norteafricanos, que se escondieron atemorizados. Luego, una manifestación rubricó el mensaje: los argelinos no eran bienvenidos.

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Pasaron algunos días de relativa calma hasta que poco después, a principios de junio, la tensión se trasladó a s'Arenal. Corrían rumores de que los exiliados de Son Gotleu se habían refugiado en la calle Berlín y en un local okupado de la calle Marineta. En realidad, los argelinos que estaban robando eran los mismos que llevaban haciéndolo desde hacía meses, en concreto tres inmigrantes muy peligrosos, pero los bulos se sucedieron y hubo una explosión racial nocturna.

Sólo la intervención de la Guardia Civil y de la Policía Local de Llucmajor calmó los ánimos. El jefe municipal, Sergi Torrandell, ofreció un pacto: los 'sublevados' volvían a sus casas y el local okupado sería tapiado al día siguiente. Dicho y hecho. Con todo, días después se convocó una manifestación, a la que acudieron numerosos vecinos. El mensaje, como ya ocurrió en Son Gotleu, quedó diáfano.

Ahora, le ha tocado el turno a Son Oliva, donde unas 25 personas participaron en una batalla campal nocturna, entre familias gitanas y subsaharianos. De nuevo, el trasfondo del tráfico de drogas, tan lucrativo, parece ser que está detrás de los choques. Las Fuerzas de Seguridad están en máxima alerta, desplegadas día y noche en los puntos más calientes, y de momento han evitado que la situación se vaya de las manos. ¿Hasta cuándo?