Juanito ayuda a sus compañeros liberándoles de los trabajos más duros. | Alejandro Sepúlveda

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La zona donde se ubica Pacific Bay, una terraza que se abre majestuosamente al mar, es más conocida por sus privilegiadas vistas que por su desborde tecnológico. Ya ven que Silicon Valley y toda su efervescente modernidad quedan muy lejos de Peguera. O eso pensábamos hasta toparnos con ‘Juanito’, un robot de 1,5 metros de altura que con su deslizamiento automático ha alterado el paisaje de este núcleo turístico, aportando una colorida nota tecnológica.

El robot camarero es una realidad en el mundo de la restauración, y ha venido para quedarse. Puede transportar varios platos a la vez, apenas precisa descanso, no es protestón y además es un reclamo de lo más instagrameable. Hasta aquí todo bien, pero: ¿Las máquinas serán los camareros del futuro? Sin duda una pregunta que acosa de manera creciente al sector. «Rotundamente no», responde Guarionex Brends, encargado del local.

«Un robot camarero no quita trabajo ni supone ningún tipo de amenaza a los trabajadores del gremio. Si hay algún empresario que quiera reemplazar a camareros por robots perderá clientes, porque lo que realmente marca la diferencia es el contacto humano con el cliente. Un robot puede aligerar el trabajo pero nunca sustituir a una persona», zanja el profesional.

‘Aligerar’ es, precisamente, el rol que desempeña Juanito en Pacific Bay. «Quita trabajo pesado a los camareros, piensa que aquí tenemos una distancia de 40 metros entre la cocina y la terraza... La función del robot es llevar los platos desde la cocina al punto de recepción en la primera línea de la terraza, donde los recoge el camarero para servirlos al cliente». Según el encargado, el cliente suele reaccionar positivamente al robot, «se sorprende, lo encuentra un elemento simpático, le hacen fotos y videos con el móvil». Con los niños establece una relación especial, pues «se le ponen delante, y entonces ‘Juanito’ se detiene y dice ‘déjeme pasar por favor’, y si el niño no se mueve hace una ese y lo sortea; eso divierte mucho a los pequeños».

De fabricación alemana y distribución española, ‘Juanito’ «está configurado en castellano pero puede hablar muchos idiomas». Utiliza un reducido vocabulario con palabras estándar que le resultan muy útiles en su labor, posee ciertas interacciones y, además, «puede cantar el cumpleaños feliz». Sin duda, es un elemento llamativo en la terraza del local. Con todo, la idea «no era buscar un reclamo para el restaurante, sino aliviar la carga de trabajo de los camareros. Como te decía: evitar que recorran la distancia entre la cocina y la terraza... Algo que, en pleno verano, se hace muy duro. Por eso ‘Juanito’ ha supuesto una mejora importante en la calidad de vida del trabajador», expresa el encargado.

A pesar del boom que la tecnología ha llevado a la restauración, con máquinas de autoservicio y robots de cocina, la llegada de androides para hacer las veces de camareros no termina de despegar en la Isla, por lo que, actualmente, su presencia es del todo anecdótica. Este es el menor de los motivos por los que, tal y como asegura el encuestado, la mano de obra no debe inquietarse. El argumento esencial sería que «el servicio que brinda un camarero de carne y hueso es mucho más eficiente que el de un robot».

Guarionex profundiza en esta reflexión, en su opinión si se tiene una visión empresarial amplia, se debe contemplar este sector como una experiencia: «Nosotros ofrecemos un sitio privilegiado, con vistas al mar y una comida digna, estamos muy atentos al cliente porque el índice de repetición es muy importante para nuestro negocio. La base y el futuro de la restauración pasa por pensar ‘nosotros vendemos una experiencia, no un solomillo o una Coca-Cola’. Si entiendes este concepto normalmente tu negocio funcionará».