Felipe con la rampa metálica que le permite acceder a su hogar. | Click

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Hace un mes, aproximadamente, contamos en esta página las peripecias de nuestro buen amigo Felipe Báez Mestre a la hora de entrar y salir de su casa. Y es que padeciendo esclerosis múltiple, tiene que moverse en silla de ruedas, y como su domicilio carece de rampa, ha tenido que solicitar permiso para poder instalarla. En un primer momento Felipe llevó a cabo la solicitud de manera individual pero no se la concedieron. La negativa se tradujo en perder un año entero en diligencias burocráticas. Más tarde, el vecino recurrió a los servicios de la gestoría de su comunidad, gracias a la cual, un año después, consiguió su objetivo. «La noticia me la dieron dos semanas después de haber aparecido el reportaje sobre la tardanza en llegar ese permiso. No tener la rampa obligaba a mi madre a tener que colocar una    de quita y pon cuando entraba o salía de casa. Eso durante dos años. Pero, no sé si fue por un milagro, el permiso llegó. Pasa que ahora tendré que esperar otra vez, debido a que quiénes tenían que hacer la obra de la rampa tienen en estos momentos mucho trabajo, por lo que están buscando quién me la coloque, pero… Bueno, lo cierto es que teniendo los permisos, es otra cosa».

Cambio de vida radical

Como saben los seguidores de esta página, Felipe, a raíz de que le diagnosticaran esclerosis múltiple, no le ha quedado otra que adaptarse a una nueva vida, parte de la cual la hace en una silla de ruedas. ¡Qué remedio!, dice. Pero no queda otra. Aparte, ha tenido que cambiar también los hábitos, dejando aparcada la música –era teclista de un grupo metal, y deportista, ejerciendo como profesor de Educación Física en colegios. También no le quedó otro remedio, y muy a pesar suyo, que interrumpir la relación que mantenía con su novia «pues no quise que tuviera que vivir su vida junto a mí, adaptándola a la mía. Por eso hablamos y… Pues que ella es libre, y yo feliz de que lo sea. Sin embargo, no todo lo que me ha traído la esclerosis ha sido malo. Lo digo porque se me ha desarrollado la creatividad, me refiero a que desde que estoy así, me he dado cuenta de que tengo mucha más facilidad que antes para escribir, que las ideas me fluyen mejor de como lo hacían entonces, lo cual, con seudónimo de Filippo Gray me ha permitido escribir una novela, Vampiros & desmadres, y una obra de teatro sobre mi vida de ahora, Els meus dimonis i jo, o la lucha que mantengo contra el demonio que me quiere llevar con él, tratando de hacerme entender que mi vida ya no vale nada. Yo, que le escucho, le rechazo siempre, y él no entiende que con la cantidad de barbaridades y putadas que me está haciendo quiera seguir estando vivo. A esta obra la representé hace unas semanas, y fue un éxito, por lo que he pedido a ABDEN (Asociación Balear Esclerosis Múltiple) que el próximo 18 de diciembre, Día Nacional de la Esclerosis Múltiple, me permita representar esta obra en su local social y me han dicho que sí. Por tanto, allí estaré. También, desde IB3 me van a hacer un programa, Mi vida con la esclerosis, que se emitirá el 18, y que vendrá a ser como un día a día, desde que salgo de casa, todo lo que me encuentro por ahí, entre otras muchas cosas, barreras arquitectónicas». «¿Qué barreras son esas?, le preguntamos.

Todavía quedan

Estamos en la plaza de Santa Payesa, tomándonos un agua… Tras mirar a su alrededor me dice «si quieres, te muestro algunas». «Hecho –le decimos–. Venga, vamos a verlas».

Nos acercamos a una de las aceras de Ausías March. «Si te fijas, acaban en un escalón, para nosotros insalvable. Tampoco tienen muchas rampas para poder acceder a ellas. También me encuentro con aceras estrechas, en las que apenas cabe la silla, y encima en ellas hay farolas, lo cual te impide seguir... Imagínate que me invitas a una cena en tu casa. Como vives en una finca que en la entrada no hay rampa, te tengo que llamar a través del móvil para decirte que no puedo subir; que bajes a echarme dos manos, una para entrar en el edificio y otra, si hay escalones en vez de rampa, ayudármelos a subir para llegar al ascensor. Y digo que te tengo que llamar a través del móvil porque tampoco llego al telefonillo que hay en las puertas de entrada. Y es que están demasiado altos para una persona que vive sentada. Por lo cual, a veces, es un problema que te inviten a cenar. Tanto por mí, como por los que invitan. También en muchos bares te encuentras que no puedes entrar por falta de rampas. Y también te topas con contrasentidos, me refiero a que la entrada del edificio no tiene rampa, sin embargo, desde el interior del portal al ascensor sí que la hay. Y en cuanto a la Intermodal, creo que hay uno o dos ascensores que te bajan de la calle a la planta de abajo, pero hay otros que de la calle, te bajan a la primera, sales, y coges otro ascensor para que te lleve a la segunda… Y digo yo, ¿no hubiera sido más fácil que esos ascensores te bajaran a la primera y luego, sin salir, a la segunda? Te podría enseñar más cosas en cuanto a barreras arquitectónicas… Si, que duda cabe que de un tiempo a estar parte van siendo eliminadas algunas, pero todavía quedan», nos relata Felipe.