Imagen de Can Ribas en Palma. | Click

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¡Hola, bienvenidos a 2025! ¿Cómo habéis pasado las fiestas de Navidad y Año Nuevo? Espero que bien, con amor y salud, que son, posiblemente, los dos mejores dones que puede recibir el ser humano, porque ¿a dónde vamos sin amor y sin salud?

Pues os deseo todo tipo de venturas para 2025. Y deseo también que a los políticos, de quiénes dependemos, ya bien Papá Noel, ya bien los Reyes Magos, les hayan traído, sobre todo, cordura, a fin que nunca echen mano de recursos que luego no puedan controlar. O, si no, que se apliquen lo de que si los sabios pueden llegar a ser poderosos, no todos los poderosos son sabios.

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Dicho lo cual, anem per feines. En un rincón de la Plaça Major, de Palma, mirando al Carrer Colom, sigue en pie una vieja cabina telefónica, fuera de servicio por tanto, que contrasta con las luces de Navidad que iluminan dicha plaza. Sin embargo, sigue ahí. Y sigue, además de vandalizada con pintadas hechas por los humanos, cubierta de cagarrufas de paloma, que son tantas que parece que le han dado una capa de algo.

A lo que vemos, es una de las últimas cabinas que se pusieron, pues, según leemos en las informaciones que aporta, estaba preparada para recargar los móviles y tarjetas internacionales, enviar sms, etc. Sí, de las últimas, pero hoy en desuso, abandonada y dejada ahí de la mano de los hombres, no como recuerdo del pasado más o menos cercano, sino más bien como olvido.
En fin… Que ahí la tienen por si quieren recordar cómo eran…

Can Ribas

A principios de las Navidades, estando tomando un cortado en la Pastelería Ángel con su propietario, Ángel Cortés, se nos acercó una señora para preguntarle si se podía llevar un colchón usado que estaba apoyado en la pared de un recoveco de la terraza, apenas visible… Ángel le contestó que no se lo daba.

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«Es de un sin techo que ha encontrado en ese lugar dónde dormir por las noches, y que encima está a cubierto por el alero de la terraza. Es una persona que llega cuando hemos cerrado y que por la mañana, al abrir, ya no está. Y además de no estar, deja el colchón, con la manta, arrinconado. Por eso permito que esté ahí. Porque echarle sin darle una alternativa, no es la solución, ya que se irá de aquí y se buscará otro lugar, dónde, a lo mejor, molesta a alguien con su presencia. Por eso, por mí, que se quede… Y por eso no le puedo dar ese colchón, ¿entiende?». La mujer asintió. El planteamiento que hizo Ángel de la situación de esa persona no daba lugar a dudas: duerme ahí porque el que manda, el poderoso, no es capaz de encontrarle un cobijo. Hace un par de días, regresé a la pastelería y no vi el colchón. «Unos cuantos días antes de Año Nuevo, el hombre se marchó, llevándose el colchón. No sé a dónde fue, pues se marchó de madrugada, cuando todavía no había abierto», nos dijo Ángel.

Por otra parte, otro día dándome una vuelta por es Rafal Nou y La Soledat, llego hasta donde está la alta chimenea, parte de lo que fue Can Ribas, fábrica de mantas de lana que desapareció como tal en los años 70 del siglo pasado. El anterior Consistorio quiso recuperar este espacio pero, que al perder las elecciones, la reforma se quedó a medias, o menos que a medias, lo cual es una lástima, viendo como está, a medio hacer, rodeada del abandono más absoluto, con unos dos, o tres, sin techo viviendo entre cartones en uno de sus rincones. Un lugar, que de ser recuperado, y en plena actividad en el campo cultural, convertido en casal o espacio de exposiciones, daría vida al barrio de La Soledat, algo deteriorado –¡qué pena!, con la historia que tiene– desde unos años a esta parte.

Entonces, estando allí viendo la obra inacabada, me acuerdo del discurso que pronunció el alcalde de Palma, Jaime Martínez, el día de Cap d’Any, en Cort, cuya resumen guardo en mi móvil por aquello de que a las malditas hemerotecas se las tiene que tener siempre a mano. Afirmó que quiere –así lo dijo–, para 2031 –cuán largo nos lo fiais– convertir Palma en capital europea de la cultura, «un proyecto –recalcó– que el gobierno municipal ha situado en el centro de sus políticas culturales», para lo cual cuenta con una serie de museos y centros de exposiciones, a los que añadirá el edificio Gesa, «con la idea de transformarlo en la imagen cultural de Palma, aquella por la cual, Palma, será reivindicada y elogiada alrededor del mundo», a lo que se sumará, añadió, «la reforma de la Plaça Major, que albergará el centro de interpretación de la ciudad, que funcionará en red con Can Serra, las Torres del Temple y el Castell de Bellver», lo cual, sin duda, son dos macroproyectos en los que se irá un gran pellizco del presupuesto.

Pues bien, metidos en obras, y –como decimos– con un presupuesto aprobado con el apoyo de Vox, ¿por qué no arremeter con la de Can Ribas, a medio terminar, con una historia a sus espaldas que se remonta al siglo XIX, –exactamente a 1851– que, además –la restauración de la misma–, con toda seguridad, mejorará la imagen de la barriada, algo que seguramente él y sus compañeros de Consistorio, por ser personas jóvenes, desconocen que la tuvo, ¡y muy buena!, por lo cual sería justo que, cuando menos, trataran de recuperarla?

Es una sugerencia, claro, que nos muestra hasta qué punto el poder es inteligente. Porque, dispuestos a gastar una millonada para convertir Palma en una ciudad «reivindicada y elogiada alrededor del mundo», es de inteligentes también saber recuperar parte del pasado, que contribuirá a engrandecer la ciudad.

PD: Me dicen que Can Ribas podría estar en los juzgados por cuestiones  que mi informante desconoce, pero no importa. Los poderosos de Cort, si son inteligentes, saben cómo afrontar dicho pleito, repito, si lo hubiere, y una vez resuelto, recuperar el edificio con los recursos que dispone, todo por una Palma mejor, y por la recuperación de dos barrios, Nou Llevant y La Soledat.