El café más canalla

Este sábado se celebra el Día del Café Irlandés, un trago alegre y aparentemente simple que, como todo en esta vida, tiene truco; nos lo cuenta en este reportaje Juan Carlos Cabrera

El café irlandés se corona con dos granos de café para poner a prueba la consistencia de la nata batida. | M. À. Cañellas

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La agenda gastronómica está de celebración, este sábado 25 de enero, se celebra el Día del Café Irlandés, una bebida muy popular que puede pedirse en prácticamente cualquier restaurante, pub o coctelería sin necesidad de indicar al barman su preparación. De la India a Nueva York, todos conocen esta bebida, considerada un cóctel, elaborada con café caliente al que se agrega whisky y se remata con una capa de nata batida. Pero, remontémonos en el tiempo para conocer su curiosa historia.

En el invierno de 1943, un chef de la ciudad irlandesa de Limerick, al noreste de Dublín, inventó este clásico de la sobremesa… y de cualquier hora del día. Su nombre era Joe Sheridan y trabajaba en Foynes Port, el restaurante de uno de los aeropuertos civiles más grandes de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque en apariencia este remoto enclave carecía de glamour, lo cierto es que allí realizaban escala vuelos transatlánticos que, a menudo, transportaban a figuras políticas y actores de Hollywood. Como ven, la cosa va ganando enjundia. Para atender a tan ilustres pasajeros se creó un restaurante de ‘altos vuelos’ -nunca mejor dicho- surtido con una cocina creativa y una coctelería que le iba a la zaga.

El chef Sheridan reparó en que los pasajeros, exhaustos y con el frío metido en los huesos, precisaban de una bebida reparadora. De esa guisa nació el café irlandés. La historia cuenta que la primera vez que fue servido a una amplia concurrencia, tras el primer sorbo se hizo un silencio, hasta que uno de los pasajeros preguntó ‘Hey, ¿esto es café brasileño?’, a lo que el chef, haciendo gala de un improvisado chauvinismo, respondió; ‘No, es café irlandés’. Sin saberlo, acabada de bautizar a su bebida.

El café irlandés se convirtió en un gran éxito y en una especialidad del aeropuerto, hasta que al finalizar la guerra su receta corrió como pólvora encendida por toda Europa hasta dar el salto a Estados Unidos en el año 1952, donde su fama se multiplicó.

Clásico

Nos reunimos con Juan Carlos Cabrera, responsable de Varadero Palma, un clásico de la restauración con las mejores vistas de Ciutat. Le preguntamos qué tiene el café irlandés para sobrevivir al tiempo y las modas. «Una de las claves es que se puede tomar en cualquier momento del día, como postre o por la tarde, en ese momento en el que no apetece una copa pero tampoco un café tienes la mixología del whisky, la nata y el café… Es ideal», apunta mientras se pasa al otro extremo de la barra para preparar uno.

«Primero añadimos dos cucharadas de azúcar, luego el whisky irlandés y lo calentamos mientras vamos preparando el café. Cuando esté hecho lo decantamos sobre la base de azúcar y licor, hay que hacerlo con cuidado porque no se tiene que mezclar con el whisky, debe flotar encima. Y por último añadimos la nata semimontada, es importante destacar que la hacemos con coctelera, no es de máquina ni de spray. Y digo que es importante porque cuando el café irlandés esté acabado lo decoramos con dos granos de café, y si no se hunden sabremos que la nata está bien montada».

Coincidiendo con la efeméride, este sábado en Varadero Palma «nuestro personal recordará a los clientes que es el día del café irlandés, por si desean tomar uno». Del promedio de edad del consumidor se desprende que estamos ante una bebida sin relevo generacional: «Lo piden hombres de 50 años en adelante, tanto mallorquines como extranjeros, es una bebida mundialmente conocida». Para acabar, una última cuestión: ¿Cómo debe tomarse correctamente el café irlandés: «Nunca se tiene que meter una cuchar y removerlo, es importante que se mezcle en boca».