Las reiteradas quejas de los usuarios no han hecho mella en la política tarifaria del transporte público en Mallorca, los incrementos de determinados bonos llegan hasta casi el 40 por ciento. Resulta evidente que con esta estrategia no se promociona el uso de la red de tren y autobuses, al contrario, da la impresión de que se pretende tener un efecto disuasorio cuando el discurso de sus responsables políticos es el contrario. La contradicción es manifiesta y sorprende que se quiera mantener un doble discurso, el ciudadano no se deja engañar de una manera tan burda.
Unos objetivos claros.
Sería injusto no reconocer algunas mejoras en el transporte público, en especial por carretera. La renovación de la flota es un enorme salto cualitativo, incluso la reordenación de las líneas para mejorar el servicio. Otro tanto podría decirse del tren, con la entrada en servicio de la electrificación de la línea hasta Manacor, pero que sigue manteniendo unas frecuencias poco competitivas. Todo este esfuerzo choca con unos precios y servicios que no invitan a utilizar el transporte público en Mallorca, una crítica que se suma a otras ya crónicas: lentitud e infraestructuras inadecuadas. Muchas estaciones de tren y autobús siguen manteniendo a los viajeros sometidos a las inclemencias meteorológicas en pleno siglo XXI. Con esta oferta no es factible plantear el transporte público como alternativa al privado.
Mejores prestaciones.
Mejorar el transporte público en Mallorca, de tren y autobús, es factible. La prioridad es atender las demandas de los usuarios, una cuestión que da la impresión que sus gestores relegan a un segundo plano. Puntualidad, comodidad, seguridad –la situación de la Estación Intermodal de Palma es inaceptable–, rapidez, ... Parámetros que también se valoran por parte del pasajero a la hora de subirse al transporte público y que en la actualidad ofrecen importantes carencias. Este es el problema de fondo.
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