Diferentes colectivos llevan años exigiendo un cambio de modelo turístico y residencial, cada vez más entrelazados. Los graves estragos económicos provocados por la pandemia no quitan razón a quienes así lo vienen proclamando. Sin embargo, tampoco son pocos los empresarios y emprendedores que, incluso antes de la COVID-19, también compartían esta necesidad de cambio o, mejor dicho, de transformación. De dar nuevos usos a infraestructuras que precisamente el desuso y el abandono han sumido en la degradación y la ruina. Es el caso del antiguo poblado de Gesa en Alcúdia.
Recuperar y rentabilizar.
Sería un error confundir el cambio de modelo con hacer tábula rasa de todo. Proyectos como el de la reconversión de la colonia diseñada por Josep Ferragut ofrecen una oportunidad para mantener en pie y rentabilizar económicamente un patrimonio arquitectónico cuya recuperación han reclamado desde los representantes sindicales de los antiguos trabajadores de Gesa, hasta dirigentes de toda adscripción política, pasando por entidades de tanto prestigio como la asociación proteccionista ARCA, defensora incansable del tantas veces menospreciado estilo midcentury.
Memoria colectiva.
El cambio de uso de edificios emblemáticos (siempre debidamente auditado por las instituciones competentes) no sólo servirá para conservar un patrimonio único y avanzar en un nuevo modelo más basado en la exclusividad que en la cantidad, sino también para mantener viva una memoria colectiva nutrida por los recuerdos de las personas que durante décadas han transitado por estos espacios. El valor intangible que otorga la pátina de la historia aporta, al final, un plus de calidad a la oferta inmobiliaria y al destino turístico. Cada vez quedan menos dudas de que, a partir de los vestigios del pasado, se puede construir un mejor futuro y forjar un cambio de modelo.
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