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El primer pleno de la legislatura en el Ajuntament de Palma dejó clara la inestabilidad del gobierno municipal que preside Jaime Martínez, la abstención de Vox que posibilitó su elección no fue un cheque en blanco y el Partido Popular está obligado a pactar los principales acuerdos si no quiere quedar en minoría. Lo más llamativo de la situación, quizá, fue la sorpresa de los conservadores al constatar la amplitud de la oposición. La actitud de Martínez puede ser la base del problema, lograr un equipo monocolor obliga a un esfuerzo constante de diálogo y negociación; un detalle trascendental en las actuales circunstancias.

Apoyo electoral.

Los resultados electorales del pasado 28-M dieron 11 concejales al PP en Cort y 6 a Vox, dato que evidencia el importante peso político que tiene entre los palmesanos la opción que encabezó Fulgencio Coll. Fueron más de treinta mil los votos que obtuvo la candidatura ultra, la base sobre la que plantea su reivindicación en la gestión de la ciudad; aunque sólo sea por respeto a sus votantes. Este es un aspecto que Jaime Martínez no puede soslayar, consciente de que sólo con Vox puede urdir algún tipo de alianza que dé estabilidad a la institución. Todo pacto implica contrapartidas.

Evitar el colapso.

De momento, el PP ha optado por paralizar la convocatoria de nuevos plenos tras la experiencia del primero en el que no logró sacar adelante ninguna iniciativa relevante. Son muchos los problemas pendientes por resolver en Palma y que cada día denuncian los ciudadanos, la parálisis institucional sólo hace que demorar la toma de decisiones y la llegada de las soluciones. En esta coyuntura, Jaime Martínez debe replantearse su estrategia, el no dar entrada a Vox en la gestión municipal no implica negarse a negociar la toma de decisiones; es la exigencia de la correlación de fuerzas en el pleno de Cort.