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El finiquitado 2023 ha sido un año trágico en las carreteras de Baleares. La cifra de víctimas mortales –41 fallecidos– prácticamente duplica a la de 2022, que se saldó con 25 muertes. Hay que remontarse a 2017 para encontrar unos números tan dramáticos (48). Los datos se desprenden del ‘Informe de siniestralidad mortal en vías interurbanas’, que fue presentado ayer en Madrid por el ministro Fernando Grande-Marlaska.

Incremento.

Balears es el territorio donde más ha aumentado el número de muertes por accidentes en la carretera. De hecho, si se toma como referencia el total de fallecidos en España durante el pasado año (1.145), han muerto 3 personas menos que en 2022, con lo que se mantiene estable la mortalidad en las carreteras en un año en el que han aumentado un 2 % los desplazamientos de largo recorrido. Los motoristas son el colectivo que más incrementa su mortalidad con 299 fallecidos, 45 más que en 2022, lo que supone un incremento del 19 %. De los 1.048 siniestros mortales que se registraron, 4.495 resultaron heridas graves.

Responsabilidad.

El año negro en las carreteras de Baleares, sin duda, invita a una profunda reflexión. A pesar del incremento que han experimentado las cifras de movilidad a nivel nacional e insular, el número de fallecidos es dramático e inasumible. El ministro de Interior, Grande-Marlaska, admitió ayer que sigue habiendo un «problema importante» con el consumo de alcohol y drogas al volante (casi 60.000 condenas por este motivo el año pasado) y ha anunciado que en 2024 se van a incrementar un 10 % los controles hasta llegar a los 6 millones y 120.000, respectivamente. No obstante –y al margen de la vigilancia y otro tipo de medidas que se puedan establecer en las carreteras–, las medidas más efectivas para reducir el índice de mortalidad deben adoptarlas los propios conductores. Todo se resume en una palabra: responsabilidad.