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La Guardia Civil sorprendió este jueves por la mañana a un conductor de un autobús escolar que iba drogado al volante y que acababa de dejar a los alumnos en el instituto de Esporles. Se trata de un caso muy grave, ya que el profesional tenía en sus manos la seguridad de muchos menores. Afortunadamente, no se produjo ningún accidente porque los agentes de Tráfico intervinieron a tiempo, pero el caso ha despertado la lógica alarma. También llama poderosamente la atención que en estos casos tan graves, cuando se pone en peligro la seguridad de chicos y chicas, sólo se pueda multar al infractor con 1.000 euros y la retirada de seis puntos del carnet. El asunto se tramita por la vía administrativa, no penal. Y las diferencias entre ambas, lógicamente, son más que considerables.

Controles necesarios.

La oportuna intervención de la Benemérita se enmarca en una serie de controles preventivos que había puesto en marcha la Dirección General de Tráfico (DGT) y que comenzaron el lunes y acaban hoy. Es, precisamente, una campaña dirigida al transporte escolar, que ha resultado ser muy necesaria. Los agentes también controlan que los conductores descansen las horas reglamentarias (algo que no ocurre siempre) y que, por ejemplo, se utilicen los cinturones de seguridad entre los pasajeros.

Más concienciación.

En cualquier caso, sorprende que, a estas alturas, en nuestra sociedad todavía haya conductores profesionales que se ponen frente al volante bajo los efectos de sustancias estupefacientes o del alcohol. Y todavía más, tratándose de buses escolares, donde la atención y la profesionalidad debe ser máximas por parte de los conductores. Sin embargo, hay que remarcar que se trata de un caso aislado y que, por regla general, las plantillas están a la altura de las circunstancias.