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El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha entrado en una peligrosa deriva y está arrastrando a su Gobierno a una serie de decisiones muy inquietantes en Oriente Próximo. Al ataque a la embajada iraní en Damasco, que se saldó con la muerte de un líder de la Guardia Revolucionaria de los Ayatolás y de varios de sus lugartenientes, hay que añadir la muerte de los miembros de la ONG del chef español José Andrés atacados en Gaza, cuando repartían comida a los palestinos desesperados por el hambre y los meses de bombardeos israelíes. La comunidad internacional espera ahora, conteniendo la respiración, la respuesta de Irán, que ha hecho saltar todas las alarmas en Israel, donde la población está haciendo acopio de alimentos y generadores de electricidad, anticipándose a un ataque contundente desde Teherán.

El papel de EEUU.

A todo esto, hay que sumar el malestar de Estados Unidos por la política tan beligerante de Netanyahu. No hay que olvidar que Washington ha sido, desde los orígenes del estado de Israel, el principal aliado de aquel país y siempre lo ha apoyado en todas las guerras que ha mantenido contra Egipto, Jordania o Siria. Sin embargo, ahora las cosas están cambiando porque el sufrimiento de la población civil gazatí es inmenso y hay miles de víctimas, entre mujeres, niños y ancianos. Sin el apoyo económico y militar de EEUU, el poderío judío se vería seriamente perjudicado.

Callejón sin salida.

Los analistas estiman que Netanyahu está llevando a cabo una huida hacia adelante. Los salvajes ataques de los terroristas de Hamás, el 7 de octubre pasado, le obligan a sobreactuar para mantener a parte de su Gobierno, de tendencias extremistas, a su lado. Una vez que acabe la guerra, que acabará, el primer ministro se encontrará en un callejón sin salida y con su carrera política agotada.