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Tras el episodio del elefante y de la ya famosa Corinna, tanto el rey como su familia han quedado en evidencia. No existe ni rastro de la ejemplar familia real que la propaganda ha intentado fijar en la retina popular. Ni una hora después de asistir en la catedral palmesana a un rito católico, el domingo de las fiestas de primavera, la familia se desperdigaba. El rey a matar pobres elefantes con su amante Corinna. La reina a Grecia. Y los demás, pues cada cual por su lado. Por supuesto de Urdangarín y de su esposa ni rastro. No es esto lo relevante. Al fin y al cabo allá cada cual con su vida familiar. Si a la familia Borbón le gusta así, pues así lo tenga. Para gustos Ni siquiera es relevante que sean cómo son, por ejemplo que Grecia diga que un niño lleve escopetas cargadas “es lo normal, cosas de niños”, o que Borbón padre a pesar de haber matado a su hermano en un accidente con arma de fuego siga teniendo todavía la afición a disparar. No. Lo relevante del episodio ha sido la gran respuesta crítica que ha merecido la insoportable actitud del rey: que en una semana terrible para España –por las turbulencias financieras- él se largase de cacería. Es un autorretrato perfecto. Tanto que incluso le ha llevado a pedir disculpas. Algo insólito. Bien estaría, por cierto, saber de qué las pidió. Para los más conspicuos monárquicos tal cosa le honra. ¿Unas simples palabras y aquí paz y después gloria para todos? Hombre, no. Que ya no somos niños. Las disculpas no van a tapar el hecho evidente que esta vez el vaso ha rebosado. Y cuando el agua sale de su cauce ya no vuelve a él. Las críticas –en privado- salidas del PP y –en público- del PSOE demuestran que la paciencia se ha agotado incluso en los dos partidos que siempre le han sustentando. Probablemente se opte por buscar una salida digna al rey a relativamente corto plazo y que el heredero se corone como nuevo Jefe del Estado a una edad –digámoslo así- “razonable” –o sea antes de la de jubilación-, pero con todo y con esto creo esta vez ha ido todo demasiado lejos. Quién nos lo iba a decir, a los republicanos. Que hayamos tenido en el rey a nuestro mejor aliado.