Durante más de dos meses Francina Armengol ha protagonizado de forma absoluta la vida política balear. El coronavirus ha sido su encumbramiento al éxito – tal y como la encuesta publicada en Última Hora, del Instituto Balear de Estudios Sociales, ponía de manifiesto – tanto por la responsabilidad demostrada en la gestión de la crisis sanitaria -en especial por el contraste con el festival de incompetencia que ha desplegado el Gobierno nacional de su colega de militancia Pedro Sánchez – como por el liderazgo político asumido. Sin embargo al ir retomando la normalidad espacios políticos le ha estallado el episodio de crítica furibunda de los ecologistas – por el decreto de (más) privilegios hoteleros – que ha requerido, a instancias de Més per Mallorca, una compensación en forma de restricciones a la construcción en suelo rústico en Mallorca -dado que la formación citada no tiene interés en Ibiza, allí todo seguirá igual, amén de en Menorca donde su respectivo Més ya impuso en su día la prohibición de construir en ese tipo de parcelas – que no acaba de convencer a los verdes aun cuando reconozcan que es un paso en la buena dirección, lo contrario de lo que creen -como es lógico – los promotores y constructores, ademásde la oposición política derechista.
En el fondo del asunto brilla la ausencia del gran debate que en esta tierra nadie quiere hacer sobre el modelo productivo y en especial en relación al sistema turístico.¿Hay que seguir igual o rectificar y, si así fuera, cómo hacerlo, a costa de qué y hasta qué punto estamos dispuestos a llegar en cuanto a sacrificios en puestos de trabajo y en disminuir elincremento de riqueza estadística?
No hay respuestas. Al Més mallorquín sólo le interesa poder decir a su parroquia que sigue siendo “ecologista”, aunque nadie lo reconozca como tal, y que si los -verdaderos- ecologistas le critican es porque son unos radicales que siempre protestan. Su homólogo menorquín hace oposición a Armengol por lo que ésta quiera hacer o no en su Menorca, pero de fronteras para afuera le importa una higa. A Podemos… bueno a Podemos es un misterio lo que le interesa en Baleares; al menos su referencia nacional se dedica a boicotear todo lo que puede al PSOE para seguir soñando con superarlo algún siglo, pero en la delegación balear se desconoce con qué estrategia sueñan, excepto la de seguir siendo muleta de los socialistas. Y en el caso del PSOE, este decreto de Més para Mallorca no le molesta del todo - aunque sí un poco, si bien al dejarlo todo cómo estaba en Ibiza ya se conforma – porque al fin y al cabo lo que le interesa es mostrarse sumiso ante los hoteleros, lo que hace a gusto y con notable eficiencia. En la oposición derechista nadie clama por ningún modelo productivo alternativo, por supuesto. Por tanto tenemos una ecuación muy rara. En la que que la suma de PSOE, Podemos y los Més multiplicada por las respectivas ideologías que les hacen prometer un “nuevo modelo” turístico y económico da como resultado dos decretos, uno de (más) beneficios hoteleros y el otro de compensación relativa a Més en Mallorca para que el suelo rústico se convierta en muchísimo más caro de lo que ya es y sólo quede definitivamente al alcance del poder adquisitivo de los muy ricos.
No puede extrañar por tanto que los ecologistas - a los de veras me refiero - estén que trinen contra el trío gobernante y que se sientan traicionados. No les falta razón. No obstante ellos también saben, o deberían, que en el fondo ninguno de los tres partidos cree en realidad en la imposición del famoso e ignoto nuevo modelo turístico. Hace muchos años, al menos 17 -desde 2003, cuando la izquierda se convirtió al hotelerismo al interiorizar que perdió el poder por culpa de la ecotasa - que se trata de una impostura. Ningún partido de este ámbito se cree lo de menos turistas que gasten más, lo de menos impacto negativo de la actividad...Todo eso no es más que pura verborrea política que sirve para estar en la oposición y que se olvida al gobernar. Pero seamos honestos. Todos sabemos que es así y nadie espera otra cosa. Incluso los ecolós. Así que tampoco les digamos de todo menos guapos por esta razón, a nuestros progres gubernamentales. Hace tiempo que todos somos conscientes de que no hay ninguna posibilidad de forjar un nuevo sistema turístico. Entre otras razones, porque no depende de aquí sino de allí, más de los alemanes y británicos que de los nativos hoteleros y desde luego absolutamente nada de los políticos regionales. Puede que a algunos les siente mal, pero en el fondo todos sabíamos que un día u otro quedaría claro que nadie cree de veras en un modelo alternativo. Lo que ha pasado ahora es que el COVID-19 loha dejado en evidencia rotunda, por si alguien todavía no lo sabía o hacía cómo si no lo supiera.
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