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De la misma manera que existen políticos del momento que pasan del anonimato a la fama sin solución de continuidad, otros por el contrario responden a un patrón clásico de una época. Isabel Díaz Ayuso , por ejemplo, encarnaría a esa política prêt-à porter , sin que ello prejuzgue el futuro que pueda tener, mientras que en Carlos Fabra , presidente que fuera de la Diputación de Castellón, encontramos al político cuya ejecutoria serviría para ilustrar a un joven que no hubiera vivido otros tiempos que se interesara por ello. La presidenta de Madrid es como de confección, Fabra encajaría en un traje de franela a rayas. Centrémonos en un Fabra que pese a haber sido condenado por fraude fiscal y encarcelado por ello, no ha perdido las ganas de estar en la brecha, intrigando, o simplemente incordiando. En Castellón se ha abierto el proceso de primarias para presidir el PP, y varios candidatos pugnan por lograrlo. Fabra se ha metido en el asunto, apoyando a la candidata oficial propuesta desde Génova, recurriendo incluso a modos propios del más clásico ‘fabrismo'. Llamadas telefónicas en las que se pide el voto para su pupila, insistiendo en la devolución de favores y dejando asomar un cierto tono hostil, se han multiplicado durante las últimas semanas y posiblemente continuará hasta el 8 de mayo en que se celebrará el Congreso provincial. Qué necesidad tenia Fabra –que por cierto está siendo investigado por ocultación de bienes– de todo esto: ¿deseos de venganza contra alguno de los candidatos en liza, búsqueda del apoyo del PP central, o simplemente ganas de joder y hartazgo de que no se cuente con él? Fabra, un clásico.