Por Sant Joan el verano llama a la puerta, y con el verano puede llamar también el amor. No sé si ya lo han suprimido, pero antes existía el amor romántico. Los enamorados acariciaban a las enamoradas con un puñado de avellanas, algo totalmente galante, o les regalaban un cucurucho de confites de almendra. Hoy ya no se dice enamorado y enamorada, como si el amor nos diera vergüenza, al menos esa clase de amor ‘ñoño' y decimonónico. Yo he visto tirar arroz, durante las fiestas de Sant Joan, y regalar polos en lugar de confites. Incluso he visto a los caballos, sin duda sedientos y sacrificados, saborear uno de esos polos a grandes lengüetazos. Por lo que respecta a los novios… Hoy existen noviazgos tan largos, novios tan remolones, que a lo mejor ya son abuelos y todavía se llaman novios. Lo más corriente, sin embargo, es que se llamen ‘pareja'. «Esta es mi pareja» (por «este es mi marido», «esta es mi mujer») y la ‘pareja' no es ni un guardia civil ni una monja. Las cosas cambian que es una barbaridad. Cambian tanto que todo el mundo sale a la calle con mascarilla, un adminículo que se tiene que llevar incluso en la playa, y las fiestas de Sant Joan tienen que suprimirse para superar la pandemia de un virus que no existía –o no se había propagado– hace un par de años. Pero del mal el menos, ahora dicen que con las vacunas volveremos pronto a la normalidad. Será ‘la nueva normalidad', y en la noche de San Juan las enamoradas podrán volver a besar a los enamorados.
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