Confluyen así la investigación de la citada fiscal con la llevada a cabo por el fiscal del distrito de Manhattan, Cyrus Vance , a fin de examinar si los negocios de las empresas de Trump trataron de reducir el valor de las propiedades para así obtener beneficios fiscales, a la vez que inflaban el valor de los activos para obtener fáciles préstamos bancarios. Todo ello ha llevado a un Trump iracundo a quejarse de una «caza de brujas» que en su opinión comenzó hace ya tiempo.
Sin el menor pudor se refiere el presidente a su estallido de cólera cuando el pasado febrero el Tribunal Supremo accedió a la solicitud de Vance en orden a examinar ocho años de declaraciones de impuestos y otros documentos que hasta entonces no «aparecían». El cabreo de Trump es tal que tacha de «fascistas» las investigaciones abiertas, algo que conduce una irrefutable conclusión acerca del desgaste y mal uso de los que se ha llegado a resentir el término. En realidad, al hombre le convendría calmarse ya que amén de lo dicho tiene otras cuestiones judiciales pendientes, como un acusación de violación, y más recientemente una investigación penal en Georgia debida a sus maniobras encamina das a darle la vuelta al resultado de las elecciones de Noviembre.
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