Parece que no se cumple la tradicional bajada de temperaturas después de la Virgen de Agosto. Los mediodías son sofocantes y las noches, toledanas por la calor tropical. El abanico es pieza de museo, el ventilador es insuficiente y los aparatos de aire frío son inasumibles para muchos por el precio de la luz.
Hay que aceptar –con resignación cristiana, claro– un periodo de adaptación del cuerpo a la subida media de los termómetros o echar la culpa al Gobierno, que para eso está. Es el recurso para cualquier circunstancia. Mira lo de Ceuta. Despotricaron cuando Marruecos lanzó al mar a miles de niños, jóvenes y mayores para demostrar su capacidad de invasión y chantaje como hizo con la Marcha Verde y ahora maldicen porque, después de meses de acogida y custodia, se repatría a grupos de niños no vulnerables que quieren volver a su familia, su entorno, su cultura. Organizaciones, asociaciones varias y oenegés están que trinan y hacen bien en acudir a los jueces porque el bien de los menores es lo prioritario, pero también hay partidos, los mismos que pusieron el grito en el cielo por el acogimiento humanitario a los migrantes del Aquarius , que ahora critican a Interior porque devuelve a menores inducidos para entrar en Ceuta. Los mismos que protestan callan ante el bloqueo riguroso de gerdarmes franceses en todos los pasos fronterizos, ante la devolución de miles de emigrantes a España, ante la muerte de subsaharianos desesperados al cruzar a nado el río Bidasoa.
España ya no es puente: es un tapón. Y queda Afganistán para otro enfrentamiento político.
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