Entonces se podía hablar, en términos estrictamente sociológicos, de La nació dels mallorquins, aunque hiciera más de dos siglos que políticamente los monarcas Borbones hubieran acabado con las singularidades institucionales y hubieran extendido a toda España la estructura burocrática castellana como elemento de homogeneización.
En suma, resultaba sencillo definir, a mediados de la pasada centuria, a un mallorquín como aquel individuo nacido en la Isla, mayoritariamente con apellidos de origen catalán y en cuya familia se hablaba habitualmente mallorquín, aunque su alfabetización lo hubiera sido en castellano.
Todo este entramado social entra en profunda crisis a finales de siglo, cuando al ya importante número de trabajadores y familias de origen peninsular –cuyos hijos mallorquines son, en general, castellanoparlantes–, se une una inmigración extranjera proveniente del este de Europa, de Marruecos, del África subsahariana y de Sudamérica, que no solo abunda en la predominancia del castellano como lengua de uso común en la Isla, sino que además aporta modelos sociales, familiares y culturales muy distintos al, digamos, tradicional.
El lunes pasado, Ultima Hora publicaba el dato de que solo el 53,8 por ciento de los residentes en Mallorca ha nacido aquí, y que casi un cuarto de la población lo ha hecho en el extranjero. La conclusión es obvia: los mallorquines de 1963 y de 2020 no tienen ya nada que ver. Además, no podemos sustraernos a la realidad de que, de ese 53,8 por ciento, muchos lo son a su vez de padres peninsulares o extranjeros –uno o ambos–, lo que supone un cambio social muy significativo con relación a la Mallorca de casi todo el siglo XX.
Lo he comentado muchas veces, especialmente con ocasión del modelo lingüístico escolar que pretende fosilizar el Govern: en veinte años, Mallorca ha cambiado más que en ya casi ocho siglos desde la Conquista. Y esa realidad debe ser, en primer lugar, entendida y, luego, atendida. Para empezar, las opciones políticas balearistas o mallorquinistas están obligadas a cambiar un discurso identitario que ha perdido sentido y que ya solo cala en una ínfima minoría, por un argumentario integrador, en el que el eje central deje de ser la lengua y la cultura maternas –sean las que sean y aunque, indudablemente, nuestras raíces históricas deban protegerse– y pase a ser el de los intereses comunes que unen a todos los que vivimos y trabajamos aquí. En suma, se trata de colocar la economía en primerísimo lugar, y, asimismo, el maltrato sistemático que recibimos del Gobierno central, que las sucursales baleares de PSOE y PP jamás han arreglado, ni arreglarán. Estoy completamente seguro de que todos los residentes en Mallorca vamos a estar de acuerdo en eso.
4 comentarios
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Veo que se OLVIDA la mas dolorosa : EL CATALANISMO.....radical....
Estoy bastante de acuerdo con lo que dices en general, no tengo claro que Madrid nos maltrate yo creo más que los patanes que nos representan son unos cazurros que no saben moverse por la villa y corte como corresponde. No hace falta ser nacionalista para defender los intereses de Baleares hay que ser práctico. De todas maneras de momento tenemos uno cuantos de miles de inadaptados al mundo actual refugiados en la educacion y la administracion con los cuales hasta que desaparezcan no hay nada de hacer siempre pondran piedras a la convivencia y el progreso, nunca la universidad ha dado tanto ignorante. Por otra parte me hace mucha gracia cuando algunos hablan de un estado Balear , y yo me pregunto ¿y como lo vais a defencer guapetones? teneis en cuenta que a 350 millas de Baleares tenemos el Norte de Africa , y que no nos engañemos en cuanto puedan volveran, no quieren vivir como nosotros quieren lo nuestro. Y teneis en cuenta que en menos de 20 años Argelia y Marruecos tendran armas termonucleares. En fin Dios nos dé este año una buena cosecha de vino y buena sobrasada que lo otro ya veremos viva España, viva el Rey,
Los apellidos catalanes son debido a que para sobrevivir al genocidio de 1229, no les quedaba más remedio que ser bautizados adoptando el apellido del padrino. No tuvieron éxito los nombres propios ya que no perduraron a través de los siglos, así como la vestimenta, la gastronomia, la arquitectura. Y muy importante siguieron con un mallorquín que no lo tumbó ni el dictador y que espero dejar en herencia a mis descendientes a pesar del adoctrinamiento.
Dissortadament té raó. La demografia, i sobretot no tenir un estat darrera ens ha anat matant com a poble.