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Se acaba de publicar el conocido ránking de Shanghái, que ordena cerca de veinte mil universidades de todo el mundo, a partir de una serie de indicadores que miden aspectos esenciales, como es la investigación. Este ránking es el que, junto a otros realizados con parámetros distintos, pero que también inciden en este aspecto central (la relevancia de la investigación desplegada en la universidad), es el que se suele invocar para disponer de una idea, siempre aproximada, de la competencia docente e investigadora de una institución de enseñanza superior.

La posición de la UIB se sitúa entre las setecientas mejores del mundo –recordémoslo: sobre casi veinte mil evaluadas–, lo cual debería ser un motivo de satisfacción para la propia universidad como institución, para sus estudiantes, personal de administración y servicios, becarios, docentes e investigadores. E igualmente para la sociedad que alimenta y financia la universidad: familias e instituciones.

Es importante considerar esto, ya que en muchas ocasiones el auto-odio conduce a hablar mal de la UIB, a tenor de episodios muy concretos y en absoluto extrapolables a la propia institución. Toda organización, sea del tipo que sea, cultiva problemas internos, que abrazan desde dificultades administrativas, rencillas entre su personal, ineficiencias, peleas estúpidas y conductas a veces deleznables. Todo esto es reprobable, y la institución u organización que sea –pública o privada: estos aspectos afectan por igual– debe atajar y enfrentarse a esos dislates y despropósitos.

Los indicadores de Shanghái demuestran, sobrevolando todo esto –que, insistimos, debe afrontarse– son elocuentes en clasificar a la UIB entre las mejores, en campos diversos que van desde la Física, la investigación marina, la Medicina, la Inteligencia Artificial o el Turismo. Con todos sus defectos, problemáticas y desaciertos. Es curioso que la noticia ha pasado sin pena ni gloria en los medios de comunicación; si la UIB apareciera entre las últimas setecientas del ránking, sería objeto de titulares justificadamente dramáticos. Pero el que figure entre las mejores, no parece conmover. Si se me permite, y extrapolando este índice de Shanghái a otro confeccionado por Ideas (http://ideas.repec.org/top/top) y que atañe a los estudios de Economía de toda España, los resultados son igualmente importantes. La Facultad de Economía y Empresa de la UIB (FEE) se encuentra entre las veinte mejores Facultades de Economía, y algunos de sus profesores e investigadores, de los dos departamentos (Economía Aplicada y Economía de la Empresa) están entre los primeros seiscientos economistas académicos más influyentes por sus investigaciones. Este dato complementa el de Shanghái en un campo, la Economía, en el que los trabajos de investigación sobre macroeconomía, economía matemática, econometría y economía del turismo, desarrollados por el personal investigador de nuestra universidad, se traducen en referencias para otros colegas. Permítaseme estar orgulloso de todo esto: por trabajar en una UIB que, con financiación limitada, está demostrando un aporte medular para la sociedad balear.