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Las crisis económicas suelen tener un efecto secundario saludable y es el estancamiento de los precios. La de 2008 fue tan bestial que todavía estamos en tipos de interés negativos, lo que supone un gratificante alivio para los millones de españoles que mantienen viva una hipoteca; especialmente cuando el empleo escasea y se presenta con condiciones deprimentes. Enlazar una crisis con la siguiente es casi un mantra en nuestro país, que no acaba de creerse que es europeo y merece un destino mejor.

Los tipos siguen planos y eso nos permite respirar mes tras mes mientras nos afanamos por intentar reducir esa deuda con el banco, fruto del boom inmobiliario que nos trajo hasta aquí. La pandemia ha venido a pegarnos otro sablazo, todavía más afilado y contundente. Aunque las autoridades ahora prefieren mirar hacia otro lado y mantener la actividad económica encendida, el virus sigue entre nosotros. Habrá que ver cómo se presenta la temporada baja. Hay esperanzas, claro que sí, pero al mismo tiempo que damos con timidez un pasito adelante, detrás del escenario se producen movimientos indeseados: el precio de la electricidad se ha desbocado de una manera incontrolable y el de los combustibles, también. Esa combinación nefasta ha llevado, siempre, a una subida generalizada de los precios. Por ende, a un incremento de los tipos de interés. No sé si será hoy o mañana, pero pienso que podemos empezar a despedirnos de esa alegría anual o semestral al comprobar que la hipoteca ha bajado, aunque solo sean unos euros. De seguir así las cosas, pronto subirá todo. Y lo hará en un momento histórico en el que la economía está bajo mínimos, el consumo es prudente y la confianza en el futuro es poco menos que una quimera.

Si a todo eso le añadimos la crisis de los chips electrónicos, que provocará escasez de algunos productos (y eso conlleva siempre subida de precios), la tormenta perfecta está servida. A los españoles solo nos falta esto. En Estados Unidos ya programan la reunión para abordar este asunto, si derivará o no en algún cambio en la política monetaria. Y ya sabemos que cuando aquellos se resfrían estornudamos todos. Así que habrá que estar atentos y, cómo no, volver a cerrar el bolsillo. No vaya a ser que respiremos por encima de nuestras posibilidades.