TW
0

A lo largo de los próximos diez años se va a producir en España un fenómeno curioso: se van a jubilar más de la mitad de los profesores universitarios de la pública y el noventa por ciento de los catedráticos. Si salimos del ámbito de la universidad, encontraremos muchos sectores económicos en una situación parecida. Es decir, será el adiós a una era. Una época, la última, remanente del franquismo, en la que los empresarios –tanto privados como organismos oficiales– apostaban por la estabilidad en el empleo. Hoy es rarísimo conocer a alguien relativamente joven que lleve muchos años en un mismo empleo, aparte del funcionariado. Las sucesivas y sangrantes crisis económicas han ejercido el papel de guillotina en el empleo durante décadas, siendo la de 2008 la más dolosa. Esas generaciones que no han conocido más que la precariedad, los salarios escuetos y la alternancia de trabajo y paro, tendrán, en estos próximos diez años, la oportunidad de asentarse, quizá con mucho retraso. Porque lo mismo que todos esos docentes universitarios, millones de españoles que ya peinan canas abandonarán el mercado laboral para jubilarse y dejarán sitio, por fin, a quienes traen bajo el brazo otras habilidades, conocimientos y modos distintos de trabajar y relacionarse. Será una pequeña revolución, sin duda, pero también conlleva un reto: millones de nuevos jubilados con elevadas pensiones gracias a la prolongada dedicación y a los salarios decentes que se establecieron en los escasos años de bonanza económica. Algo tendrá que cambiar –subir los sueldos, para empezar– para que todos los engranajes encajen y la maquinaria laboral y social siga funcionando sin que nada falle.