Acabo de terminar de leer el libro Las edades del periodismo, de Xavier Pericay. Confieso que hacía mucho tiempo que no leía un libro tan bien escrito. Y es que el autor es de esos escritores que además de escribir, piensan bien lo que escriben, lo que hace que lo que escriben esté bien escrito. Creo que también me estoy explicando bien.
La semana pasada estuve en la presentación del libro en una librería de Palma y tuve la oportunidad de felicitar al autor por la obra antes de leerla. Ahora, después de haberla leído, no quiero dejar pasar la ocasión de reiterar mi felicitación al pensador que no se esconde detrás del nombre que lo escribe.
Las edades del periodismo es un viaje al mundo de los avatares de la historia del periodismo como algo más que una necesidad, la información. Como algo más que un poder, el cuarto. Como algo más que una libertad democrática, la de expresión. Como la otra cara de la lengua. Puede parecer que Las edades del periodismo es un manual historia del periodismo cuando, en realidad, es una guía del periodismo en la historia. Pericay tiene una obsesión que es un arte, el arte de jugar con el lenguaje para decir muchas cosas con pocas palabras y éstas, decirlas bien. Las palabras son sus verdaderas compañeras de viaje. Parafraseando al autor, una noticia mal transmitida pierde memoria y disidencia. Por eso, para que haya buen periodismo tiene que haber buena transmisión de la información.
El acto de presentación del libro estuvo acompañado por las palabras de Javier Mato, uno de los más grandes profesionales del periodismo mallorquín actual. Sus comentarios, siempre realistas y objetivos, supieron mezclar el sarcasmo con la ironía, convirtiendo el momento en una entrañable velada periodística. Porque las veladas, aunque sean en una librería, también pueden ser periodísticas.
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