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Además del competitivo dedo índice, que sirve para agitarlo de forma admonitoria y amenazadora delante de las narices de la gente, preferentemente subordinados, y durante las intervenciones parlamentarias momentos antes de tumbar el micrófono con gesto de rabia, así como para meterlo en el ojo o la llaga del prójimo (puso el dedo en la llaga), existen en el mundo otros muchos índices importantes para indicar o señalar algo. De hecho, hay índices para todo, muy usados en estadística, sociología, economía o ciencias en general, que se pasan la vida indicando y señalando. Índice de audiencia, de refracción, de masa corporal, de precios al consumo, de siniestralidad, demográfico, de criminalidad… Hasta tenemos un índice de error en el cálculo de dichos índices, que nos indica el margen de certeza (o error) en el que nos movemos. Del jodido dedo índice no hay gran cosa que decir, salvo que si los seres humanos careciésemos de él, y de su muy agresiva competitividad por así decir, otro gallo evolutivo nos habría cantado. Considerando que además de las habilidades ya citadas, y las que nos callamos, el índice también sirve para blandir la navaja y apretar el gatillo de rifles y pistolas, igual sin él nuestras sociedades serían ahora tan cívicas y pacíficas como un prado con amapolas. Pero dejemos ya lo que pudo haber sido y no fue; no es mi intención hablar de ese índice, instrumento de los políticos y gentes de acción, sino de los otros. Porque pasma que disponiendo de índices para todo, y teniendo todos los indicios perfectamente indicados (índice de volatilidad, de pluviometría, de criminalidad, de desarrollo, índice de Rox, etc), no dispongamos todavía de un Índice de Mentecatez (IM) operativo, que nos informe de lo que pasa en el mundo. Que ponga el dedo en la llaga, aunque sólo sea a título orientativo y con el margen de error correspondiente. Si es útil conocer la audiencia, la masa corporal o el nivel de precios, más todavía, por la cuenta que nos trae, será el porcentaje indicativo de mentecatez fluctuante. Que es la cifra que lo explica casi todo. Maravillas podrían hacer nuestros analistas y politólogos con ese índice.