Zapatazo al móvil
Al que sin llamar se cuela, zapatazo donde le duela. Zapatazo a todos esos que cuando descuelgas el teléfono dicen: «Encantado de saludarle, señor Pablo, mi nombre es…». Hace años conocí a un chico que se ganaba la vida llamando por teléfono. Y no era Gila. Era representante de algo y se levantaba en pijama a las once de la mañana, se «colgaba» del teléfono y vendía sus productos gracias a su simpatía y desparpajo. Un tío listo. Inventó lo de joder al prójimo por teléfono, que últimamente se ha generalizado tanto. No debía de tener ese síndrome que ahora parecen tener los jóvenes, el llamado ‘efecto Whatsapp' según el cual evitan hacer y recibir llamadas porque ven en el teléfono un aparato para la intromisión en la intimidad que no deja margen de reacción. Claro que en los tiempos de los que yo hablo el teléfono no advertía de si se trataba de una ‘llamada basura' ni anunciaba el nombre de quien realizaba la llamada, ni tampoco admitía mensajes escritos.
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