La vida evoluciona sin cesar, pero la muerte también. Más incluso. No tenía el mismo aspecto en el Paleolítico, cuando solía adoptar la forma de dientes y garras, que en la Grecia de Pericles donde era una cuestión de honor (aunque Pericles falleció en la gran epidemia de Atenas), o en la China de la dinastía Han, donde al ser bastante confucianos, la muerte era la forma sin forma. En la Edad Media era una calavera o un esqueleto, con capa negra, capucha y guadaña (a veces jugaba al ajedrez), y en el Renacimiento el pintor Durero, en El caballero y la muerte, nos dejó la imagen de un anciano con un reloj de arena en un pálido jamelgo desvencijado. Pasarían siglos hasta que Pavese escribiera aquello de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, como prueban los numerosos autorretratos de Durero. No, no tenía los mismos ojos.
Fábula de la muerte en sí
Palma07/02/22 3:59
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