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Alguien dijo que nada que valiese la pena se hizo sin miedo y lo cierto es que este paraliza pero a su vez te impulsa a la acción aunque, bien es cierto que se tarda tiempo en valorar todos aquellos momentos en los cuales uno hacía malabarismos para salir adelante de lo que todavía no sabía, siquiera, estaba viviendo. Sí, dicen que no hay nada como soltar y relajarse porque es cuando realmente descubres qué camino tomar o, algo más importante, descubres quién eres verdaderamente y qué es lo que realmente necesitas para dar sentido a tu existencia. Todo ello y más pensaba en aquel garito de Malasaña de mi adorado Madrid cuando de pronto sonó la canción más bella que se haya podido escribir jamás, Miedo de M Clan, junto al magnánimo Bunbury. Todo se paralizó al igual que ese mágico momento donde todo era posible cuando nada era probable.

Pensé que vivimos obsesionados por lo que todavía no ha sucedido sin saber si realmente sucederá, que tal vez, incluso para entonces, ni siquiera estemos en este mundo. Fui consciente de que cuando peor haces las cosas terminas haciéndolas mejor que nadie en el tiempo. Una furtiva lágrima rodó por mi mejilla al recordar que el miedo hace que nos apartemos de aquello que más queremos porque el mismo miedo que tenemos de sufrir hace que nos volvamos conformistas con la realidad que nos toca vivir. Así que puede que la felicidad realmente esté en soltar y no estar tan pendiente de lo que esté por venir. El almanaque de los recuerdos cobran vida con el tiempo y ese mismo tiempo nos ha vuelto más solitarios que nunca y a su vez diría que más creativos.

El que siente mucho sufre más que nadie pero también lo da absolutamente todo y es capaz de transformar un día gris en el día más bonito que pueda existir, con y sin miedo, qué más da si al final estamos de paso en este fascinante mundo lleno de oportunidades donde solo unos pocos valientes apuestan por ellas sin escuchar a aquellas almas atormentadas que jamás saldrán de esos metros cuadrados de lo que el resto piense. Llega ese día en el cual te levantas y todo parece un lienzo donde uno solo oye la música que lleva un su corazón y todo se torna bello y esperanzador, a pesar de las dificultades que nos rodean, porque la vida es una misión extraordinaria y efímera donde a menudo olvidamos dar las gracias en cada amanecer porque, al apagar el despertador deberíamos encender la vida por esa oportunidad que se nos dio de existir.