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La defensa de Kiev puede invocar el espíritu de una batalla histórica: la defensa de Madrid de 1936. El paralelismo es evidente: una milicia mixta de profesionales y civiles que espera parapetada a combatir a un enemigo muy superior. Contra todo pronóstico, Madrid resistió dos años y medio y nunca fue vencida por las armas. Las disciplinadas y modernas maquinarias franquistas, italianas y alemanas entraron solo cuando la capital se rindió el 28 de marzo de 1939 porque la guerra ya estaba terminada.

Si los ucranianos reciben suficientes armas y voluntarios, la batalla de Kiev también podría estancarse y obligar a los rusos a limitarse a una guerra de desgaste. La historia nos ha enseñado que los combates urbanos son durísimos para el que ataca. Si el defensor se pega al terreno, la victoria solo puede alcanzarse con una alta cantidad de bajas que no sé si Putin está dispuesto a asumir. Estamos hablando de una ciudad enorme, con un censo de 3,6 millones de habitantes. Mientras tenga una línea de suministros abierta, podrá resistir. Y como dijo el presidente republicano Juan Negrín, «resistir es vencer».

En nuestra Guerra Civil, el ejército de Franco avanzó poderoso desde el sur hasta Madrid. Allí fue detenido por los republicanos gracias a la llegada de nuevas armas y voluntarios nacionales e internacionales. La línea del frente se estancó en la Ciudad Universitaria y los atacantes intentaron entonces cercar la ciudad por la carretera de Valencia. No lo consiguieron. Madrid resistió y el grito ‘No pasarán’ se convirtió en un símbolo. Si se conjura ese espíritu, Kiev será la tumba del putinismo.

Los ucranianos tienen además una ventaja: su presidente Volodímir Zelenski ha anunciado que seguirá en la capital. Su presencia y continuas arengas ayudan a mantener la moral. A su derecha tiene al alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, excampeón del mundo de boxeo y también persona de gran carisma. El Gobierno republicano de Largo Caballero sí que abandonó su puesto y se trasladó a Valencia a pesar de la oposición de algunos grupos anarquistas, que amenazaron con dispararles por cobardes. El defensor de la capital fue el general José Miaja, que contó con un golpe de suerte: hacerse con una copia del plan de ataque enemigo.

La principal desventaja que tiene Kiev es el control del aire. En Madrid los aviones llegaron justo a tiempo para disputar, al menos por un tiempo, la batalla del cielo. Parece que ninguna democracia va a enviar por ahora aviones a Ucrania. Si no vamos a intervenir, debemos al menos proporcionar lo que nos pida este pueblo sometido a una invasión totalmente injusta.