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En las casas embrujadas hay fantasmas; en las ciudades fantasma también. Incluso hay autobuses fantasma cubriendo líneas fantasmales, normalmente nocturnas. No tiene horarios fijos y nadie sabe dónde van; mala suerte si coges uno. Cuando se califica algo de fantasma, digamos un tren, suele ser porque ahí hay fantasmas. No así con los buques fantasmas, cuya mala fama entre los estudiosos del Más Allá, y entre los propios fantasmas, se debe a que en un barco fantasma no hay fantasmas. No hay nadie. El fantasma es el propio buque, que navega a la deriva entre la bruma, ya que todos sus marineros se ahogaron, o fueron pasados por la quilla, o quién sabe qué.

El mar a su alrededor sí está lleno de fantasmas, que yacen moviéndose torpemente, pero que nunca regresan a bordo. No pueden, son criaturas de ultratumba estrictamente marítimas. El único fantasma es el barco en sí, que se ha hecho fantasmal por contagio lingüístico. Quizá el más famoso de los buques fantasmales fue el del Holandés Errante, que partió en 1680 de Ámsterdam a Batavia, pero cuya leyenda deriva acaso de otro buque holandés naufragado 50 años antes, que narró Simón Leys en Los náufragos del Batavia. Luego aparecieron buques fantasmas a centenares, sin fantasmas o con fantasmas cómicos como el de Canterville que narró Oscar Wilde.

Bastante infantiles todos, de ahí que los niños no se los tomen en serio, y menos si son listos y han leído las aventuras de Arthur Gordon Pym a bordo del ballenero Grampus, de Poe, y saben distinguir los fantasmas de lo fantasmal. Así desfallecen las leyendas, entre chanzas y risitas. Qué falta de respeto, queridos niños y niñas. Prueba de que en un buque fantasma no hay fantasmas es que en el célebre relato El buque fantasma, del desdichado periodista y narrador inglés Richard Middleton, que se suicidó en 1911 a los 29 años, el tal buque acaba embarrancado tras una tormenta en un sembrado de nabos, en Fairfield, a 80 millas del mar. Tremendo destino para un buque fantasma. Y aunque los nabos salen con cierto regusto a ron, y se especuló si el pobre Middleton lo había escrito después de suicidarse, el desastre ya no tenía arreglo. Mucho falso buque fantasma hay por ahí.